En los siglos XVI y XVII, cuando Togo era conocido como "la costa de los esclavos", muchos guin fueron capturados y llevados a América privados de su libertad, mientras otros se refugiaron en las orillas del lago.

Muchos más huyeron a otras regiones africanas y Glidji y sus bosques se convirtieron, para los guin de la diáspora, en un santuario vivo donde se reúnen cada año para rendir culto a las divinidades vudú.

Además de los guin togoleses, muchos otros miembros de esta etnia procedentes de Benin, Ghana, Nigeria y Costa de Marfil se concentran a 45 kilómetros de Lomé para la ceremonia de Epé Ekpe, en la que se recoge la piedra sagrada, cuyo color determina cómo será el próximo año y qué ofrendas y sacrificios deben hacerse a los espíritus de sus antepasados.

Este año la piedra fue de un color verdoso y los hechiceros que entraron al bosque sagrado a buscarla, cubiertos tan sólo con taparrabos blancos y descalzos, han asegurado que significa que el nuevo año será de buenos auspicios, abundante en lluvias y cosechas.

Antes de entrar al bosque, los sacerdotes del vudú, una creencia religiosa del África occidental que llevaron a las Antillas los esclavos negros arrancados de estas tierras, se purifican con el agua de "tchessi", preparada con varias hierbas, que, según ellos, les brinda la bendición divina.

Entre gritos, cantos y danzas, en la ceremonia del "helou", los hechiceros salieron este año del bosque rodeados de un fuerte cordón de seguridad formado por sus más fieles seguidores, con la piedra envuelta en hojas de los árboles del lugar, y la presentaron, junto con el mensaje para el nuevo año, a una multitud que los esperaba.

Desde la semana pasada y hasta dentro de unos diez días, cuando la luna esté de nuevo llena, las familias y las comunidades guin hacen sacrificios de animales -gallinas, corderos y bueyes-, cuya sangre derraman en sus casas y poblados en honor de las divinidades y los espíritus de sus antepasados.

Cuarenta y dos divinidades de diversos orígenes, llegadas de distintos lugares de África, que forman el panteón vudú de los guin, son agasajadas, cuando se acerca la decimotercera luna llena de su calendario, por sus fieles, que les ofrecen abundantes sacrificios.

Una de las divinidades es la serpiente pitón sagrada, que vive escondida y protegida en las profundidades del bosque del islote del lago Togo, donde sólo entran los hechiceros una vez que se han purificado.

Otras divinidades, algunas masculinas y otras femeninas, tienen sus santuarios en los grandes arboles, que se marcan con vallas pintadas de blanco, y pueden proteger las iniciativas de los hombres o favorecer la fecundidad de las mujeres.

Algunas de las divinidades se refugian en el agua, omnipresente junto con el verdor del paisaje de esta región del oeste africano.

Este año, poco antes de la celebración del Epé-Ekpe, el director de cine togolés Zavier Balouki presentó un documental sobre la ceremonia, que reúne a la diáspora de los guin y les permite mantener su identidad y tradiciones año tras año.