El autor de las instantáneas, el fotógrafo holandés Hans Stakelbeek, recibió en 2007 un encargo del Gobierno de su país para documentar la reconstrucción en Afganistán y, según avanzaba el proyecto, fue interesándose cada vez más en reflejar las vidas anónimas de las personas que iba conociendo.

"Visité Afganistán el año pasado en cuatro ocasiones y lo que vi fue un país hermoso con gente estupenda. Lo único que vemos son imágenes que muestran los aspectos militares, pero ese país es mucho más. Hay mucha más vida que la que vemos en los medios de comunicación", cuenta a Efe en la presentación a la prensa.

Y por ello la exposición, que puede visitarse hasta el próximo 31 de agosto en la PM Gallery, reúne imágenes que rinden tributo a la determinación del pueblo afgano para sobrevivir y llevar una vida lo más normal posible pese al conflicto, construyendo casas, asistiendo al colegio o trabajando y jugando.

"Son gente muy fuerte y muy cordial, muy hospitalaria. No muy diferente de ti o de mi, lo único que quieren es descansar, comer...

tener paz y reposo en su vida", indica Stakelbeek.

En las instantáneas, tomadas en Kabul y Uruzgan, además de en otras áreas remotas, apenas se ven mujeres.

"Como hombre, es muy difícil establecer contacto con mujeres, porque los hombres afganos creen que no debes tener contacto con sus mujeres o hijas. En Kabul, la sociedad es más moderna y puedes ver mujeres con o sin burka", explica el fotógrafo, que destaca que la situación cambia radicalmente en las provincias del sur.

Un típico retrato familiar, expuesto en la galería londinense, muestra a un hombre acompañado por sus hijos. La mujer está en casa y sólo saldrá, vestida con un burka, acompañada por su marido, su hermano o su hijo.

Las mujeres sí pueden concurrir como candidatas a las elecciones y una de las fotografías muestra varios carteles electorales de una de las aspirantes, rodeado de anuncios publicitarios, porque la vida cotidiana sigue su curso más allá de la política.

También encontramos niñas en los colegios. "Puede parecer normal, pero no lo es. Bajo el régimen talibán, las niñas no podían ir al colegio", recuerda Stakelbeek, al tiempo que destaca que el 44 por ciento de la población de Afganistán tiene menos de catorce años.

Otras instantáneas permiten ver cómo los hombres se entrenan para ser policías o las nuevas viviendas construidas para la creciente población de Kabul, que supera ya los tres millones y adonde la gente emigra por considerarla una ciudad más segura y con más oportunidades.

Alrededor del 40 por ciento de la población afgana está desempleada y pasa el día, como algunas personas reflejadas en las fotografías, sin hacer nada.

La exposición revela otros detalles que pasarían desapercibidos en cualquier información sobre ese país: los coloridos camiones, que, con sus llamativas decoraciones, contrastan con el paisaje inhóspito afgano o las zapatillas deportivas totalmente gastadas de oficiales de policía vestidos con elegantes uniformes.

Algunas imágenes sí evocan los conflictos que han marcado la historia afgana reciente: los vehículos armados abandonados por los rusos tras la invasión del país en 1979, las personas mutiladas que hacen rehabilitación -se estima que más de un millón de los 32 millones de habitantes del país son discapacitados- y los restos del palacio real de Dar-ul-Aman.

Todas las instantáneas son especiales para él pero, si tuviera que elegir una, Stakelbeek se queda con la de una niña con el rostro totalmente desfigurado por unas gravísimas quemaduras.

Al fotógrafo le impactó no sólo la poca asistencia médica con que cuenta la pequeña, "que probablemente morirá en un par de años", sino que, frente a la marginación que sufriría en un país occidental, en Afganistán "es parte de la comunidad".

"A pesar de los dolores severos que debe sufrir, está sonriendo y parece bastante feliz".