En su caso no es un tópico. Lleva el póquer en los genes. Su padre, alcalde de Miño y alías "Vietcong" en la mesa, la enseñó a jugar cuando tenía cinco años junto a su hermano pequeño. Entonces lo hacían con cinco cartas, pero ahora se ha impuesto la modalidad Texas Hold´em.

De su padre aprendió un lema para el juego y la vida: "Nos dijo que aspiremos a lo más alto, que siempre intentemos tocar las estrellas". A su hermano, Juan Maceiras Jr, que acaba de ganar un torneo en Las Vegas, lo define como un gran jugador. "Aprendo con él cada día. Es demasiado joven y se le nota, pero me encanta su actitud. Habla mucho, bromea, enseña las cartas... Se me cae la baba", admite.

A María le gustaría llegar a tener un estilo muy agresivo, pero dice que todavía está "probando cosas" y que se "amilana" ante los grandes. "Un día estoy como una estatua y, al siguiente, soy una charlatana", explica.

La cara de póquer es un requisito imprescindible y por eso los jugadores intentan taparse con gafas de sol o viseras. "He ganado muchas manos por verle a alguien un gesto", explica. Aunque esta información, añade, siempre tiene que ser contrastada con las estadísticas. "Es un juego de habilidad, Pero soy un poco vaga para el cálculo y por eso me gusta jugar por internet, donde sólo entra la lógica y me entreno", reconoce. Farolear "es un movimiento más a dominar, como un mate" y las rachas existen. "A largo plazo, lo que influye es la habilidad, no la suerte, pero en una partida puede ganar cualquiera. Ésa es la magia del póquer y parte del espectáculo".

Si está en su casa de Vigo el ordenador no se apaga y puede jugar hasta ocho horas. En vivo, las partidas más largas superan las doce. La concentración no puede perderse y es imprescindibe estar en forma: "Trato de nadar antes del torneo y practico yoga".

Dice que su condición de mujer la ha "puesto en el candelero", pero asegura que en las mesas no hay machismo. "A veces los mayores dan por hecho que eres inexperta. Entonces das un golpe en la mesa o te compensa hacerte la loca", concluye.