Con la misma energía y entusiasmo que mostró en su toma de posesión, Borja-Villel comentó durante una entrevista con Efe que durante este tiempo prácticamente ha finalizado la primera fase del proyecto por el que fue elegido como responsable del museo por un comité de expertos.

"Llevo seis meses, pero parecen doce años" bromeó y aseguró que en estos meses ha realizado un trabajo de fontanería "para arreglar la casa" que se encontró "bastante desorganizada". El museo ha padecido una especie de ansiedad que ha hecho que se echara en falta un plan estratégico de funcionamiento y "cada departamento se ha buscado la vida".

Solucionar este problema ha sido una de sus prioridades junto a la reestructuración de un organigrama que respondía a parámetros bastantes antiguos y el trabajo encaminado a la modificación de los estatutos del museo, consiguiendo un cambio de estructura que lo dote de mayor agilidad. "El ideal es el sistema que tenga mayor flexibilidad posible, similar al del Prado".

El cambio de organigrama contempla incorporaciones que ya se están produciendo y para el mes que viene está prevista la de la subdirectora general Lynne Cooke. "El museo tiene que ser internacional y una de mis ideas era romper con esa endogamia que acaba siendo enfermiza y que de algún modo genera ansiedades. Me he traído a Lynne que para mi es una de las mejores, sino la mejor, conservadora que hay en estos momentos".

A esta labor interna se une un trabajo a nivel de colección que ha comenzado en la sala del Guernica. "He hecho casi como los arqueólogos, una primera cata con esta sección para ver como funcionaba y parece que el edificio puede responder. Mi idea, en contra de visiones lineales, homogéneas y formalista, es presentar una colección que tenga múltiples narrativas".

Así lo hará en la reforma de la permanente que iniciará en septiembre, junto con el estudio de reutilización de los espacios del museo; la reforma del suelo y las luces de las salas de exposiciones del edificio de Nouvel, que no son adecuadas, y la puesta en marcha de nuevos horarios y accesos, que espera lograr el próximo año o incluso en otoño.

"Si todo va bien, el equipo del Reina Sofía puede ser realmente un equipo muy bueno. Conforme está reaccionando la gente, se puede utilizar lo mejor de lo que había con algunas incorporaciones bastante buenas. Creo que va a ser un museo del que nos vamos a sentir muy orgullosos".

A diferencia de otras instituciones, antipáticas y con malas vibraciones, el Reina Sofía "es muy querido a pesar de sus crisis, o quizá por eso. Tenemos todas las semillas para que en poco tiempo sea el museo que queríamos así como los condicionamientos para que no se vuelvan a repetir esas crisis".

El hecho de que su nombramiento haya sido por concurso y no político, "de hecho yo no soy de ningún partido", conlleva un respaldo muy fuerte que el director reconoce sentir y que le llega también desde fuera de España. "Continuamente me llaman para ofrecerme exposiciones y organizar cosas, esto puede ayudar mucho al museo".

Tras el éxito de la exposición de Picasso, se seguirá trabajando para atraer al público pero de forma diferente. "Picasso es un sistema de atracción muy fácil que no es mi favorito. Hay otro modo más inteligente y adecuado para el momento actual y para este museo y ese lo empezaremos en otoño con una programación de cinco exposiciones, casi mía, basada en la diversificación".

Un publico que previsiblemente de manera masiva visitará la exposición que en mayo el museo dedicará a Juan Muñoz y en la que Lynne Cooke introducirá importantes novedades en el montaje respecto a la que se muestra actualmente en el Guggenheim de Bilbao. Además la contribución del Reina se basará en la publicación de "los importantes escritos" del escultor.

El ambicioso proyecto de Borja-Villel traspasa fronteras y pretende crear una red de museos. "No soy partidario de visiones centralistas, de grandes mausoleos, lo importante es crear un tejido. El Reina tiene que liderar el cambio hacia un trabajo de colaboración y préstamos en red".