La noche pintaba bien para Neil Young, ya que Rock in Río había conseguido llenar la mitad de su aforo en la jornada de inauguración. Quizá por eso el músico canadiense se hizo esperar hasta aparecer sobre el Escenario Mundo, para que las 50.000 personas que se repartían entre el patio de asistentes y el césped artificial se entregaran a él con ganas.

Ganas que a Neil Young no le faltaban, en absoluto, para intentar una actuación profunda, en la que su comunión con la guitarra trascendiera al público.

Pero aunque la gente estaba espectante y él voluntarioso, el concierto que planteó en la "ciudad del rock" quedó algo difuminado por la magnitud del recinto.

El artista empezó fuerte, con un grito de "Bienvenidos a Río", y no tardó mucho en lanzar uno de sus temas más celebrados, "Cinnamon Girl", para que fuera degustado por sus espectadores. La brisa que se levantó en ese instante le dio al inicio del espectáculo un aire de videoclip que presagiaba una actuación plagada de clásicos.

Sin embargo, el paso del tiempo no deja indiferente a nadie, y el cantante de Toronto no es una excepción. Algo flojo en varios de sus temas, Neil Young luchaba contra los momentos de bajón con una carga extra de personalidad y sentimiento.

Así se observó en "Spirit Road", en la que el músico disminuyó el ritmo pero se esforzó doblemente para que el público la viviera con la misma intensidad con la que él la tocaba.

El cansancio que la gente acumulaba después de seis horas de festival no ayudaba a Neil Young, que tenía a un importante grupo de seguidores vibrando en las primeras filas y a una gran mayoría de gente dormitando en la explanada alejados del escenario.

En cualquier caso, a Neil se le notaba cómodo bajo los focos, casi como si estuviera en casa. Arropado por Rick Rosas, Chad Cromwell, Ben Keith y Pegi Young, el artista tan pronto saltaba de la eléctrica a la acústica, como se ponía con la armónica o frente al órgano para interpretar "Mother Earth".

El que fuera miembro de Crosby, Stills, Nash and Young o Crazy Horse jugaba con sus melodías y las alargaba mucho más allá de lo que se podría permitir en un disco de estudio.

Alrededor de un teléfono rojo que había colocado delante de la batería y bajo la imagen de un jefe indio, Neil Young siguió repasando clásicos y atravesó temas tan importantes en su carrera como "Too far gone", "Get back to the country", o el inconfundible "Hey hey, my my".

Dos horas después de que sonaran los primeros acordes en su guitarra, un estallido de fuegos artificiales dio por terminado el último concierto del primer día.

Los platos y las mesas de mezclas tomaron el relevo durante el resto de la noche, que, giró alrededor de la carpa electrónica con las propuestas de los DJ's de Pacha Ibiza, David Guetta y Wally López.