El verano que viene, "todo será muy grande, muy 'oversize', muy voluminoso, con mucha caída, y sobre materias primas muy nobles", explicó el modisto a Efe poco antes de mostrar sus diseños en el garaje del número 66 de la calle Turenne, en el céntrico barrio del Marais.

Un lugar aparentemente inhóspito para presentar un desfile, pero que cada temporada interesa a un mayor número de creadores de vanguardia.

En esta ocasión, el tándem Basi-Abril subió un piso más de lo acostumbrado y el marco fue de nuevo perfecto.

Bajo un techo parcialmente transparente y sobre un tapiz metálico, los modelos lucieron bermudas, más bien anchas; vaporosos guardapolvos, gabardinas cortas y parcas de terminado exquisito; pantalones, anchos, pitillo o bombachos, combinados o no con americanas amplias y largas, o más bien cortas; monos de trabajo satinados y camisas a veces levemente transparentes.

Hubo, además, un vestido corto, o una blusa sin pantalón, que llegaba hasta casi las rodillas, sujeta con un cinturón y portada con una chaqueta.

"¿Es un vestido, verdad? se oyó preguntar entre el público al salir el modelo, hasta confirmarse que, efectivamente, no había pernera por ningún lado, aunque por momentos, al andar, parecía formarse un pliegue muy profundo entre los muslos.

¿Efecto de pasarela o propuesta de fondo? Lo dirán los usuarios de Armand Basi, para quienes se pensó, en todo caso, una primavera-verano 2009 en colores neutros, azules grisáceos, hielo, yeso, marfil, blanco, crudos, y, por supuesto, negro y marino, en algodón, lana fría, seda y ramio, todo ello en sus versiones más ligeras, refrescantes y pulidas.

Una colección de aspecto lujoso, con refinadas mezclas de texturas, brillantes y opacas, fluidas y rígidas, que hace pensar a Abril "en un lienzo en blanco antes de ser pintado", donde cada prenda revela un acabado impecable, "sin concesiones", en palabras del artista. "Muy alta costura", según algunos invitados a su desfile.

Los pantalones bombacho, muy amplios, recogidos en los tobillos y las prendas amplias inspiradas en las tradicionales blusas de pintor, trabajadas con fruncidos y pliegues, como la que lució Josep Abril para saludar a su público, impregnaron, asimismo, la octava colección del modisto para la firma catalana.

El resultado fue una silueta diferente de lo habitual, "bastante sorprendente para Basi", según Josep Abril, más allá de la sastrería, que ocupa un espacio principal, como siempre perfecta, muy limpia, sin cosas superfluas, "con lo mínimo que se necesita para que se tenga".