Agora que remata todo, só quero falar en galego e estar en Galicia". Tras diez años luchando a favor de un proyecto, María Milagros Rodríguez Valdoredo (nacida en Pobra de Trives pero vecina de Zaragoza) se confiesa, buscando regresar a las raíces tras conseguir que la Exposición universal abriese sus puertas el pasado fin de semana. Debería ser totalmente feliz, pero la década de trabajos ha vuelto a cerrar el círculo y a recordarle por qué y cómo se gestó la idea.

"Cuando murió mi hijo Lucas (1996) nuestra hija mayor acabó su carrera de ingeniería y marchó a Estados Unidos; mientras la pequeña se fue a Barcelona para estudiar arquitectura. Yo quería darle un proyecto a mi marido -el arquitecto Carlos Miret- y pensé ¿por qué no una Expo para Zaragoza? Se lo dije una noche mientras preparaba una cena. Se quedó parado. Le chispearon los ojos. Yo tuve la idea pero él tuvo que construirla. Yo puse el psicoanálisis, él la arquitectura", recuerda.

Para los primeros pasos, no bastaron las ideas por lo que el matrimonio recurrió al socialista Juan Alberto Belloch para presentar el proyecto de la Expo en su campaña electoral por la alcaldía de la ciudad.

El fracaso en las urnas a punto estuvo de aniquilar la idea. Pero Milagros Rodríguez continuó. "Tras perder las elecciones Belloch, retomamos el proyecto nosotros creando en 2000 una asociación. Yo quería hacer un homenaje a mi hijo, a lo grande. Así nació la Expo, de una madre muy gallega. Fuimos como alpinistas superando pruebas; mientras los políticos querían colgarse las medallas", relata.

Ahora, tras triunfar, a Milagros le ha entrado la morriña: "Todo el mundo está alegre pero yo es como si estuviera de duelo. Lo que nos pasó fue muy duro, una injusticia. Antes, pensaba en mi marido y en mí. Ahora, estoy en la posición del hijo que no tengo. La Expo es su legado".