Rosa Prieto / A CORUÑA

La dictadura argentina secuestró, torturó y ejecutó a estudiantes, profesores, economistas, carpinteros, funcionarios, fotógrafos... Y así hasta al menos 300 gallegos e hijos de gallegos emigrados en los duros años veinte y también a finales de los cincuenta. El país que los acogió fue su tumba anónima porque de la gran mayoría no quedó ni rastro.

Más de 30 años después de los primeros asesinatos tras el golpe de Estado promovido por Videla, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), dirigido por Luis Fondebrider, ya ha recuperado 900 cuerpos, de los que 300 ya han sido identificados y entregados a sus familiares. Por ahora, ninguno de origen español. Pero el equipo de Fondebrider tiene sospechas de que al menos 74 de los cadáveres exhumados pueden ser de ciudadanos españoles desaparecidos durante la dictadura argentina. Por este motivo, el

EAAF inició esta semana en la Embajada de Argentina en España un campaña de recogida de muestras de sangre dirigida a familiares de desaparecidos en el país austral para tratar de poner nombre y apellidos a los 600 esqueletos N. N. que permanecen apilados en las instalaciones del EAAF en Buenos Aires. Mañana, Fondebrider y la antropóloga Mercedes Salado -la única española integrante del equipo- estarán en Santiago para presentar la campaña que se pondrá en marcha en Galicia a partir del miércoles día 18. El Consulado de Argentina en Vigo ya ha recibido las primeras llamadas para concertar citas para la extracción de sangre, que será analizada en un laboratorio de Estados Unidos. Los primeros resultados de las más de 4.000 muestras tomadas en Argentina se a conocerán en tres meses. A principios del próximo año, la búsqueda también podrá terminar para algunos de los gallegos que se sometan a la prueba de ADN.

En el caso de Fermín Castro, aunque su sobrino Martín ya hizo en Argentina la prueba para tratar de identificar los restos de su padre, Rubén -hijo de emigrantes gallegos-, y de su madre, Isolina, argentina descendiente de gallegos e italianos, él también la hará en Galicia. "Cuantas más muestras se tengan -intuye- menos complicado será la identificación".

Ya han pasado siete años desde que Fermín recibió la primera noticia tras casi tres décadas en busca de su familia desaparecida al otro lado del charco: su sobrino, del que nada sabía la familia desde la noche en que desapareció Rubén e Isolina de su casa en Buenos Aires, permanecía en Argentina. En cuestión de meses, tendrá una nueva noticia: sabrá si su hermano Rubén y su cuñada Isolina están entre los 600 cuerpos recuperados de fosas clandestinas.

Con "mucha emoción" y "añoranza", tío y sobrino recuerdan, uno desde Galicia y otro desde Argentina, su reencuentro en Monterroso (Lugo). Desde entonces no han vuelto a verse, pero este verano Fermín y su mujer Concha viajarán a Argentina para estar de nuevo con su sobrino. Allí recordarán la historia de aquel niño que con dos años fue acogido por un matrimonio al que una pareja amiga de los padres desaparecidos se lo entregó para que se hicieran cargo de él. Martín creció al otro lado del charco sabiendo que su apellido era Castro, y que a su padre le apodaban Bigotes y a su madre Pocha, tal y como desde pequeño le explicaron sus padres adoptivos. En Galicia, la familia de Martín recibió noticias del Consulado de Argentina informándole de que Martín podía estar en Cuba. Tras casi 30 años de busca por ambas partes, un homenaje a desaparecidos de la dictadura argentina en Lugo en el año 99 puso a Fermín sobre la pista del paradero de su sobrino. En 2001, se reencontraron. Esa vieja herida se cerró ese año. La que aún queda abierta tal vez pueda cicatrizar en cuestión de meses.