Su ropa puede hallarse en los cinco continentes y en el mercado hay 30 productos diferentes con su nombre pero hay algo de lo que este empresario parece enorgullecerse por encima de todo: que en su tierra natal, Lalín, esté el puente de mando y la sala de máquinas de ese trasatlántico indumentario que lleva su nombre por el mundo. Treinta y cinco años de sólida travesía lo avalan. Treinta y cinco mil metros cuadrados de naves en Lalín, quince mil más con el centro logístico.

- ¿Cambiaron mucho las cosas desde sus comienzos en el textil gallego?

- Cambiaron mucho las cosas, no la ilusión para seguir, aquella ilusión por convertir a Lalín, en la Galicia profunda, en lugar de desarrollo industrial. Entonces había muchas modistas y pequeños talleres pero la industria no tenía cuerpo.

Estamos en esa milla de oro viguesa en que abrió su tienda. En la planta baja, entre espejos y prendas de puro diseño gallego como las que él mismo viste, Florentino exhibe un porte de madurez bien aderezada, medida y contenida. Cauta y sobria en sus formas.

- Hay que ser visionario para volver de Barcelona a iniciar un proyecto en Lalín en los 70. O estar loco. O ser un patriota.

- (Risas) Llámele como quiera. Yo le doy mucha importancia a mis raíces. En Barcelona añoraba a mis paisanos, a nuestros verdes y nuestros ríos. Aparte de la inconsciencia de los pocos años, ese fue principal motivo.

- Oiga ¿y desde Lalín cómo se ve el mundo?

- Antes desde allí no se veía, pero hoy lo local puede ser universal. Las comunicaciones permiten el contacto en presente con el universo. Es decir, uno puede estar con los suyos, y, al tiempo, tener al mundo al alcance.

- No le entiendo. Todos los fabricantes huyendo a otras fábricas del tercer mundo para abaratar costos y, usted, en Lalín...

Yo no concibo una empresa sin una idea social y comunitaria de base. Nuestros hijos tienen los mismos derechos que los hjos de los chinos, y yo quiero trabajo para ellos, para los nuestros.

- Pero está lo comercial: los asiáticos explotan a sus trabajadores para bajar costos...

- Mi teoría va contracorriente. Creo que la calidad exige el control personal de la fabricación. Si a eso se añade la inversión adecuada y la optimización del producto, puedes competir. Prueba de ello es que nosotros exportamos entre el 35 y 40 por ciento...