Así lo indica el intérprete, nacido en 1944 en Boa Esperanza, en una entrevista a Efe con motivo de su actuación en el Auditorio de Tenerife, del que elogia "su acústica" y en el que acompañó a la Orquesta Sinfónica de la isla en el concierto para piano de Schumann.

Freire, que empezó a tocar el piano a los 3 años, considera "fantástico" el que se haya concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes al sistema de jóvenes orquestas de Venezuela, y subraya que este ímpetu musical se puede extender por Sudamérica "si hay interés y ayudas".

Asegura el pianista que la proliferación de auditorios, como ha ocurrido en España, ayuda a los jóvenes a acercarse a la música y a crear buenas orquestas, pero también es cierto que "la gente tiene que acostumbrarse a ello, a que la música sea algo normal y cotidiano, y esto tarda un poco".

No obstante, precisa como ejemplo que la "riqueza" musical de Brasil procede de su mezcla de razas y apunta que "las cosas están cambiando" en la escena pianística, con "el descubrimiento musical" de los artistas chinos o coreanos.

"Hay millones de pianistas asiáticos, es impresionante, y además son muy musicales, tienen mucha sensibilidad", pese a que la música occidental no es la tradicional en Asia, apunta Freire

Confiesa que "ama" el concierto para piano de Schumann, que empezó a estudiar hace 50 años, y convive con él: "Jamás me cansé de él y siempre descubro cosas nuevas, porque es una música infinita".

Esa es "la magia del arte", pues la música es "abstracta" y existe en el momento en el que se interpreta, y por ello "un mundo sin música sería una cosa muy triste".

Advierte también Freire de que "hay que respetar la música, no explotarla", puesto que los artistas son seres humanos y si "se toca demasiado" una determinada pieza o compositor "es malo".

"La música está en lo más alto y el compositor está por encima del intérprete, y si uno no lo siente así es que algo está mal. Es el sistema el que tiene la culpa de esto, pero ahí debe el artista luchar en contra porque si no, se hace daño al arte", explica.

Por ello el músico a veces debe saber negarse, aunque Nelson Freire reconoce que cuando empezaba su carrera "no decía no a nada, porque todo era una oportunidad".

Muchas veces lo invitaban a tocar un concierto que jamás había interpretado. "Yo decía: sí claro, lo tengo en el repertorio, y me iba corriendo a comprar la partitura y me lo aprendía en dos semanas", detalla entre risas.

Freire también precisa que es "muy del repertorio tradicional" y su regla principal es la de tocar lo que le gusta, porque si no es malo para él tampoco para el que escucha.

A su juicio, el compositor que más ha "enamorado" el piano es Chopin, a quien ama igual que a Schumann porque son "amores distintos".

A Chopin "uno lo escucha y sabe lo que pasa porque es el compositor que más entiende el pueblo. Incluso llega completamente natural a personas sin ningún hábito de escuchar música clásica.

Está al alcance de todos, del que no conoce música y del músico más exigente. Creo que es multilingüe", apostilla.

Por ello cree que este arte "es una luz siempre encendida" pero precisa que para él hablar de música es casi imposible y esa es una de las razones por la que es músico: "investigo mejor dentro de la música que con palabras".