Ángeles Caso (Gijón 1960), finalista del Premio Planeta en 1994 y Premio Fernando Lara de novela en 2000, puso los puntos sobre las íes ante el público que acudió al Teatro Municipal de Tui para escuchar su conferencia sobre "Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras". La escritora protagonizó el primer acto del XV aniversario de la Radio Municipal de Tui en el que reclamó para las mujeres el lugar que les corresponde en la historia de la cultura.

Para Caso, en la Real Academia de la Lengua se siguen poniendo barreras que impiden a las féminas ocupar el lugar que les corresponde, y se refiere a la escritora Ana María Matute. Otro objeto de su crítica fue la Iglesia católica a la que califica de "escandalosamente misógina".

- Ha revelado aspectos de la vida y obra de mujeres que en la Edad Media y hasta el siglo XVII realizaron una labor nunca reconocida ¿Cómo ha averiguado esas evidencias?

- Estudié Historia de Arte, que era un 99% masculina. No me convencía la ausencia de mujeres y la forma como eran tratadas, en tono paternalista, pues a lo largo de los siglos se las consideró como menores de edad. Cuando terminé la carrera empecé a investigar, a tomar notas, y tirar del hilo. Coincidió, en las dos últimas décadas, en que se ha hecho mucha investigación, sobre todo en universidades americanas y después en Europa, sobre estas mujeres relevantes que existieron a lo largo de los siglos en la literatura, pintura, escultura, música, etc.

-De todos esos personajes ¿cuál es de mayor interés?

- Al público de Tui le hablo de la monja gallega Egeria, del siglo IV, la primera mujer de la que conservamos escritos en la península ibérica. Era abadesa de un monasterio, aunque no sé dónde estaba. Ella viajó a Tierra Santa y a lo largo de su largo viaje escribió cartas a las monjas de su monasterio en latín vulgar, describiendo los lugares, culturas y costumbres que observaba.

- ¿Se siente identificada con alguno de esos personajes?

- No, pero entiendo a todas lo difícil que fue para ellas sobrepasar las convenciones y saltarse a la torera las normas sociales y morales que exigían que viviesen encerradas en el ámbito doméstico, alejadas del pensamiento, de la creatividad. La otra opción era ingresar en un convento. Esa rebeldía y ese valor para enfrentarse a esos prejuicios sociales, a veces pagando un alto precio por ello, son algo que entiendo. Creo que si hubiese vivido en otro siglo, hubiese sido como ellas.

- Con todo este camino andado ¿como se ve?

- Aunque supongo que doy la apariencia de triunfadora, he tenido una vida con muchos problemas. La vida me ha decepcionado en muchas cosas, aunque he tenido suerte y estoy en un momento tranquilo, con pocas ilusiones, y eso es bueno. Al haber perdido las ilusiones por el camino llega un momento en que se está bien, porque cuando tienes muchas te llevas muchos disgustos. Si pasa algo malo, ya contabas con ello. Si ocurre algo bueno te parece excepcional. Desde que tengo menos ilusiones, soy más feliz.