Roberto Verino, aunque no pudo conocerlo personalmente, destacó del "gran maestro" francés que "ha sido y siempre será un mito. Consiguió que la mujer se sintiese guapísima con la vestimenta que, en principio, sólo estaba destinada para el hombre. Lo más meritorio de su trayectoria fue el esmoquin masculino llevado a la mujer con sencillez y elegancia".