La teología y la ciencia se refieren a aspectos diferentes y no incompatibles de los misterios que preocupan al hombre... La teoría de la evolución es irrebatible pero ¿por qué no pudo Dios incluir en su diseño creador la selección natural?". Eso dijo ayer el genetista Nicolás Jouve en el Club FARO, donde habló sobre "Evolucionismo, creacionismo y diseño inteligente" tras ser presentado por Ángel Guerra, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Según Jouve, lo primero que hay que señalar es que la creación y la evolución son asuntos diferentes. Es decir, la evolución como teoría científica no explica la creación del Universo, ni el origen de la Tierra, ni siquiera el origen de la vida, sino sólo la variación de los seres vivos, la diversidad de la vida tras su aparición, desde hace algo menos de 4.000 millones de años, tras más de 10.000 millones de años de la etapa prebiótica.

"En realidad -afirma- no existe contradicción en los ámbitos específicos y distintos con los que la teología y la ciencia explican el misterio de la creación de la materia, el Universo y la vida. La teología nos revela la causa, la ciencia nos describe el cómo. De este modo, dos de las cualidades inherentes al ser humano, el sentido de trascendencia y la búsqueda de una explicación por medio de la razón, encuentran satisfacción complementaria en el esclarecimiento de la creación. Mi convicción es que nada de lo que se ha venido descubriendo en esta materia por la ciencia supone un enfrentamiento con las convicciones o las creencias basadas en la tradición cristiana".

Señaló el catedrático de Genética que por creación debe entenderse el origen de todo. "Cuando hablamos del origen de todo -matizó- nos referimos al de la materia y del Universo. Los astrofísicos han llegado a la conclusión de que el origen de la materia debió suceder como consecuencia de una gigantesca explosión conocida como `Big Bang´, que tuvo lugar hace unos 15.000 millones de años. Pero, aunque la aparición de la vida es heredera y consecuencia del impulso creador que parte del `Big Bang´, la evolución biológica tiene su parcela en la última cuarta parte del tiempo transcurrido desde dicho instante, desde la creación del Universo".

Jouve hizo una exposición por la que fueron desfilando muchos investigadores que reafirmaban las tesis de su charla: Darwin (por supuesto), Lamarck, Monod, Francisco Ayala, Newman, Behe, Dembki... "Fue el mismo Darwin quien señaló que la imposibilidad de concebir que este grande y maravilloso universo resulte de la casualidad le parecía el más poderoso argumento a favor de la existencia de Dios", apuntó.

La teoría de la evolución, según sus palabras, no surgió para oponerse a la idea de transcendencia y es completamente neutra respecto al pensamiento religioso. En cuanto al creacionismo, muy implantado en Estados Unidos, se sigue entendiendo hoy como una corriente opuesta al "evolucionismo" según la cual el Universo, la Tierra, la vida y la humanidad, fueron creados tal como han llegado hasta nuestros días, por alguna forma de intervención sobrenatural por un ser supremo, un Dios. "En su versión moderna -dijo- ha recibido un nuevo ropaje de apariencia científica, dando paso a la teoría del `diseño inteligente´, según la cual el diseño universal y las leyes cósmicas son tan precisas, perfectas y puntuales que prácticamente resulta imposible que se hubiera formado todo lo existente por puro azar o casualidad".

Según opinión de Jouve, para quienes encuentran un punto de dificultad en admitir la teoría evolutiva por razones religiosas, y más en particular en el contexto de la tradición cristiana, hay que señalar que el Génesis no debe suponer una dificultad, ya que el relato bíblico no es un libro de ciencia, ni expone una relación cronológica exacta de los hechos.