En los años posteriores a la guerra, según señaló Casanova, Hitler se abrió camino muy pronto entre los círculos políticos de la extrema derecha de Múnich. Allí entró en contacto con algunas de las personas que tan importantes iban a ser después en el movimiento nazi, que constituirían el grupo de amigos más íntimo: Hermann Göring, Ernst Röhm, Rudolf Hess y Alfred Rosenberg. Y en Múnich conoció también al general Erich Ludendorff, enemigo furibundo de la paz de Versalles y que se propuso desde el principio echar abajo al nuevo orden republicano. Él y Hitler fueron los principales organizadores del golpe de Estado del 9 de noviembre de 1923, planeado en la cervecería Bürgerbräukeller, para el que lograron reclutar a unos 2.000 hombres armados y que fracasó estrepitosamente. Pese a la gravedad de los hechos, Hitler fue condenado a una sentencia de cinco años en prisión. En realidad, sólo estuvo unos meses, hasta el 20 de diciembre de 1924. Allí escribió, a sugerencia del editor nazi Max Amann, un relato de su vida

De ese fracaso, según Casanova, Hitler sacó varias enseñanzas. Abandonó la idea de llegar al poder a través de un putsch, para concentrar sus esfuerzos "dentro de la ley", sin excluir el uso de la violencia, en la movilización de masas, en controlar el partido, extenderlo por todas partes y marcas las distancias con los otros grupos nacionalistas y patrióticos. Hitler tenía un programa, un embrión de ideas básicas esbozadas en Mein kampf: nacionalismo, antisemitismo, hostilidad al socialismo, destrucción de lo de los enemigos internos de Alemania, un virulento racismo y la búsqueda del espacio vital,´ que podría encontrarse en el este de Europa y en Rusia en particular, que conduciría a la conquista militar y devolvería a Alemania su condición de primera potencia mundial.