Dicen que aquella atractiva mujer se pasó toda la noche ante el espejo gesticulando como una actriz antes del estreno: ponía rígido su cuerpo estirando la cabeza, hacía rictus con la boca dejando entrever la dentadura al modo del macho Homo Sapiens en estado belicoso, ponía ojos de dureza inusitada, penetrante, en busca de aire marcial en la mirada y repetía con voz grave, casi aguardentosa: "¡Capitán, mande firmes! ¡Viva España, viva el Rey". Le costó un insomnio porque cada vez que, inadvertidamente, se ladeaba un poco, el espejo devolvía un abombamiento abdominal tan maternal y entrañable que arruinaba cualquier pose severa. Tampoco le salía, por mas que lo intentaba, el gesto de saludo militar al estilo JUJEM, con aire de eructo displicente.

-¡Maldita sea, jefe, en qué embarque me has metido!

De repente algo le dijo que aquel espléndido embarazo, ese vientre abultado, catalán y pacifista plantado ante las tropas llevaba en su interior el futuro de una España por todos compartida, era la metáfora de una país en cambio verdadero, el paradigma de la igualdad solidaria entre hombres y mujeres, la integración plena de las Fuerzas Armadas en la gente. Se dio un toque de carmín rojo y gualda, se atusó el bigote que no había, echó al hombro el bolso, dio unas palmaditas a su panza sacándola hacia afuera con orgullo y se dirigió a pasar revista como ministra de Defensa.

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Hay otras mujeres que, sin ser ministras, llevan dentro unas Fuerzas Armadas, y digo la profesora Edurne Uriarte, o la alcaldesa Regina Otaola, o la parlamentaria Rosa Díaz. Mujeres de temple acorazado que en el País Vasco no quisieron estar en el bando de los que callan, de los que conceden, de los que otorgan con su silencio sino que mantuvieron su palabra siempre encendida contra la violencia y contra cierta idea de pacifismo cómplice con ella. Digo tantas mujeres que en silencio han tenido que aguantar toda la vida una violencia de género inaudita, maquiavélica, asesina. Y hasta digo Telma Ortiz, que va a tener que poner un escudo antimisiles por defender su derecho a estar sola contra una prensa del corazón que se cree que puede invadir de modo indiscriminado, abusivo y sin límites la privacidad de los ciudadanos.

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La ministra está ahí, y pedirá baja maternal cuando proceda como un ministro la pediría por una operación de próstata. Otras aceptan incluso pelear en el frente antibasura como en Vigo la vicedecana de Económicas, Raquel Díaz. Raptada de su cómodo despacho académico para la política, no sólo le han confiado el muerto de Hacienda sino el de Limpieza, y hasta habrá tenido que hacer un curso floral acelerado porque también la han liado con Parques y Jardines. "La Chacón entre las balas, yo, entre el polvo, las cuentas y las flores, Teresa Táboas, conselleira de Vivienda, acosada por machos constructores... ¿Será igualitarismo el de estos enteraos o querrán que les hagamos el trabajo sucio? se preguntará con razón la docta economista. Pero ahí están ellas, al quite: toda una Brigada Acorazada.