La delegada del Gobierno para el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD), Carmen Moya, consideró ayer que incluir el vino en la Ley Integral de Drogodependencias de Galicia "no afectará" a los bodegueros porque el vino "tiene diferentes patrones de consumo" que el resto de bebidas alcohólicas.

Moya, que participó en la inauguración de las XXXV Jornadas Nacionales de Socidrogalcohol, apoyó el anteproyecto de la ley gallega, que calificó de "muy coherente" precisamente por incluir el vino, porque recordó que "no se puede excluir ninguna sustancia que contenga alcohol".

La delegada del PNSD dijo no entender la oposición de viticultores y bodegueros a la inclusión del vino en la normativa sobre drogas, pues consideró que ésta va dirigida a frenar "el aumento de las borracheras entre menores" y éstos toman, sobre todo, "bebidas de alta graduación mezcladas con refrescos". "El vino cuenta con diferentes patrones de consumo, y apenas está presente en los botellones", subrayó.

En la misma línea, la conselleira de Sanidade, María José Rubio Vidal, también presente en el evento, aseguró que el anteproyecto de la ley de drogas "busca el mayor grado de consenso posible entre los sectores implicados", e incidió en que su objetivo primordial es "proteger integralmente al menor". Además, Rubio Vidal explicó que la norma "diferencia claramente" la regulación de las bebidas fermentadas (como el vino, la cerveza y la sidra) de las destiladas. "Las limitaciones son más estrictas para estas últimas", dijo.

Por su parte, la delegada del PNSD también defendió que tanto la puesta en marcha de políticas preventivas como la aprobación de normas reguladoras son "sumamente eficaces" para reducir el consumo de drogas, y puso como ejemplo la entrada en vigor de la ley antitabaco en 2006. Moya reconoció, sin embargo, que hay "muchos otros factores en juego" que impiden que el consumo "descienda más rápido".

La delegada del PNSD recordó los datos de la última Encuesta Escolar sobre Drogas, que revelan que en España se empieza a consumir alcohol a los 13 años y cocaína a los 16, y casi siempre de manera esporádica. "Sobre todo en fiestas y salidas nocturnas de fin de semana", apostilló. Moya explicó que los consumidores actuales son personas integradas en la sociedad, escolarizadas o con trabajo.