Hasta hace 165 años, en la confluencia de las calles Bastida, Don Filiberto y Tetuán, en pleno casco viejo, se levantaba la iglesia de San Bartolomé (el Viejo, en contraposición del templo actual con ese nombre de la calle Sarmiento). Fue derribada en 1842 y apenas cuatro décadas después ya ocupaba su solar el primer Teatro Principal. Los orígenes documentados de San Bartolomé el Viejo se remontan al siglo XIII. Era, por detrás de Santa María, la parroquia más antigua de Pontevedra y durante sus 600 años de existencia, siguió la costumbre de todas las iglesias medievales: utilizar el atrio y sus alrededores como cementerio.

Durante siglos, tumbas desconocidas descansaban bajo esas calles, ahora bulliciosas por la "movida". Los arqueólogos ya sabían de su existencia (de hecho aparecieron ya signos de la necrópolis en excavaciones anteriores), pero los trabajos que se realizan estos días con motivo de la futura reforma del entorno han sacado a la luz, en apenas dos días, cuatro enterramientos, uno de ellos en las mismas escaleras de acceso al teatro.

Lo mas llamativo es que estas tumbas, algunas de ellas perfectamente delimitadas en el suelo, se encuentran a pocos centímetros del pavimento. Apenas se levantan unas piedras y comienzan a aparecer huesos humanos.

Los arqueólogos, siempre muy precavidos, apenas albergan dudas en este caso de que se trata de la necrópolis vinculada a San Bartolomé el Viejo y todo apunta a que su extensión puede ser amplia. De hecho, en las excavaciones actuales y en las anteriores, aparecieron restos óseos desde Tetuán hasta Bastida, con más de treinta metros de distancia entre ambos puntos.

San Bartolomé el Viejo se derribó en 1842 y en 1878 ya estaba levantado el Teatro Principal, en buena parte sobre el camposanto, ya que el templo estaba alineado con la fachada de la Casa das Campás (el antiguo "Pitillo").

Llama la atención que durante la rehabilitación del teatro (tras el incendio registrado en 1980) y la excavación de sus actuales sótanos, no exista constancia alguna de ninguna tumba. Quizás entonces no interesaba tanto el pasado de la ciudad.