-¿De qué manera se encontraba el Camiño Portugués en 1993?

-Desecho. No existía como tal. Estaba lleno de agua y baches. Tenías que ir caminando bordeando las fincas.

-¿Qué queda por hacer en la ruta un cuarto de siglo después?

-Seguimos luchando por la seguridad vial del Camiño. Hay muchos puntos de la N-550 que hay que arreglar. También estamos pidiendo que se habiliten más plazas públicas porque si aumenta el número de peregrinos, también lo hace el de personas que optan por los albergues. Es algo difícil de conseguir. Ni una cosa ni la otra dependen de nosotros, pero como estamos al pie del Camiño sabemos cuáles son las necesidades.

-Pero hay hoteles...

-No podemos olvidar que, si bien es una fuente importante de turismo, no se puede perder la esencia del Camiño, porque si no se perdería todo. Si se convierte en un flujo turístico, mañana puede cambiar. Seguir con esta labor y con los albergues es lo que ha convertido al Camiño en milenario.

-Habla de seguridad vial, pero ¿qué ocurre con la seguridad física de las personas? de las mujeres, para ser más exactos...

-El Camiño es seguro. El riesgo 0 no existe. Lo que ocurre es que a nivel de peregrino, lo que ocurre en el Camiño tiene repercusión mundial. Si pensamos que solo el año pasado llegaron a Santiago de Compostela más de 320.000 peregrinos por todos los Caminos y que no hay que reseñar nada fuera de lo corriente, es que es una ruta segura. Las fuerzas de seguridad colaboran de forma inmediata, lo cual es de agradecer. Hay una sensibilidad especial con este tema.

-¿Cuántas veces ha hecho el Camiño?

-Recuerdo especialmente tres. La primera con 15 años, en el año 1965, desde Valença a Santiago. Otra fue en el 1976, por una promesa de hacerlo desde Pontevedra "a pan y agua". La otra especial fue con mi hijo en 1996 desde Oporto.