El registro de esta vivienda en San Mauro y la reapertura del caso por del juzgado en unas diligencias declaradas secretas abren de nuevo un hilo de esperanza ante la posibilidad de encontrar por fin las respuestas que una familia (y toda la sociedad pontevedresa) busca desde hace ya siete años y medio.

Una de las cuestiones más sorprendentes del caso Sonia Iglesias es que se le perdió el rastro en pleno centro de la ciudad y a la luz del día. Según el relato de su entonces pareja y hasta 2015 imputado en el caso, Julio Araújo, aquella mañana del 18 de agosto de 2010 él acompañó a Sonia hasta la calle Arzobispo Malvar, en donde la mujer deja unos zapatos a arreglar en un zapatero. El dueño de este local fue la última persona que vio con vida a Sonia aquella mañana sin ser Julio Araújo. Éste último afirma que continuaron la marcha y que en un momento dado la mujer decidió bajarse del coche y continuar con los recados que le faltaban por hacer a pie, dado que había caravana y atasco y tenía prisa por hacer todo lo que había previsto antes de entrar a trabajar en una tienda de ropa de la calle Benito Corbal.

Entraba a las 13.30 horas, pero ante la tardanza, desde la tienda decidieron llamar a su casa. Respondiendo Julio. A partir de ahí se produjeron intensas semanas de búsqueda, con batidas e incluso rastreos con perros especializados, pero todas sin éxito. Su cartera hallada pocas horas después de su desaparición en el entorno del poblado de O Vao fue todo el rastro que quedó de Sonia Iglesias.

La familia de la desaparecida nunca lo dudó. Inicialmente, a la espera de la resolución judicial, no lo expresaron en público pero siempre sospecharon de la implicación de Julio Araújo en la desaparición de Sonia, con quien tiene un hijo en común. Según la familia de Sonia, esta le había comunicado su intención de separarse tras haber "conocido a otra persona con la que estaba iniciando una amistad".

En julio de 2012, la UDEV de la Policía Nacional completa un informe en el que destaca diversos indicios que apuntan a Julio como posible implicado en la desaparición. Ciertas incongruencias o el posicionamiento de su teléfono móvil en la mañana de la desaparición en el entorno del Monte Castrove, un "lugar apropiado para ocultar un cadáver", algo que no coincidiría con los movimientos que él afirmó haber realizado ese día. La defensa de Julio insistía, no obstante, en que ese dato no podía considerarse como un indicio sólido, dado que la triangulación en las antenas del móvil de Julio salta ese día en cuestión de minutos de un punto tan lejano como O Castrove a pleno centro de Pontevedra o Mourente.

Lo cierto es que Julio Araújo acudió a declarar como imputado y, como consecuencia de ello, en 2013 el caso lo asume el juzgado que actualmente investiga lo sucedido: Instrucción 3, que es el órgano especializado en violencia de género en el municipio. La magistrada intenta dar un nuevo impulso a la investigación y cita a declarar otra vez a Araújo y a nuevos testigos pero poco aportaron estas diligencias al caso. Así, en agosto de 2015 el juzgado decidía archivar el caso. Una decisión que fue recurrida por la acusación particular que ejerce la familia y por la Fiscalía, pero la Audiencia Provincial confirmó el archivo provisional de la causa como había decretado el juzgado, así como la realización de nuevas diligencias solicitadas por el Ministerio Público como someter a Julio Araújo al denominado "test de la verdad" o la prueba neurofisiológica P-300.

Aquel archivo implicó la desimputación de Julio Araújo (y así sigue) y que el caso tan solo volvería a abrirse si aparecieran nuevas pruebas que justificasen la realización de nuevas diligencias, algo que parece que ha ocurrido en los últimos meses y que han llevado a los investigadores a la casa de San Mauro.