Los peregrinos que llegan prácticamente a diario a Pontevedra desde Vilaboa por el Camiño Portugués se ven obligados a compartir espacio con los coches durante más de dos kilómetros y medio a lo largo de la carretera provincial que atraviesa Tomeza. Se trata de uno de los "puntos negros" de seguridad vial que desde hace años denuncia la fundación Amigos do Camiño de Pontevedra. Con el objetivo de resolver esta deficiencia histórica, la Diputación, titular de la vía, ha encargado un proyecto técnico para determinar qué medidas se pueden adoptar en ese trazado para la convivencia de los peatones y ciclistas con el tráfico rodado.

Se trata de actuar en un tramo de 2.600 metros desde la rotonda de O Marco hasta las inmediaciones de la capilla de Santa Marta, en el límite de Pontevedra con Vilaboa, justo donde el Camiño Portugués conecta con el asfalto. Según explicó ayer la Diputación, la decisión de encargar un estudio técnico se debe a la "complejidad" de las posibles soluciones. La opción de crear aceras no parece factible para la totalidad del recorrido ante la gran cantidad de cesiones necesaria. No se descarta ampliar el número de "lombos", ya instalados a lo largo de esa carretera.

Una ruta alternativa

Otra opción que podría ponerse sobre la mesa es la de desviar el trazado de la ruta jacobea y para ello hay dos posibles ideas. Una de ellas es habilitar como tal el paseo fluvial de Os Gafos, que discurre en paralelo a la carretera provincial. Otra posibilidad es utilizar el vial de servicio del Eje Atlántico, con un trazado muy parecido. Estas opciones ya se plantearon en varias ocasiones y ahora se pretende que un equipo técnico señale la mejor alternativa.

El Camiño Portugués a Santiago se consolidó a lo largo de 2017 como la segunda ruta preferida por los peregrinos para llegar a Compostela. Con un 20% de todos los caminantes que confluyen en la catedral, el recorrido que discurre por Pontevedra batió el récord de toda su historia, con 59.235 usuarios, según los datos oficiales de la Oficina del Peregrino. En esa cifra no se incluyen los que utilizan variantes como el camino de la costa fueron casi 7.400.

Sin embargo, pese a esta masiva afluencia, la ruta aún comparte muchos tramos con el tráfico, en carreteras de circulación intensa, y con "puntos negros" que no acaban de resolverse. Uno de ellos es el que cruza Tomeza, pero la fundación Camiño tiene localizados al menos otros cinco en la comarca "de especial peligrosidad" para los caminantes.

Uno de los más destacados es la salida de Pontevedra en San Caetano-Alba, sin ningún arcén y en un vial de gran intensidad de tráfico, con el paso sobre el río Rons por un pequeño puente sin protección. Desde hace tiempo se plantea la Variante de Alba para resolver este punto, Es un vial que enlazará las carreteras de Vilagarcía y Santiago y servirá de alternativa a la actual PO-225, muy estrecha y sinuosa, por la que circulan los peregrinos.

Será una carretera de aproximadamente un kilómetro de longitud, con dos carriles de circulación (uno en cada sentido) y un presupuesto de 5 millones de euros, según las previsiones que la conselleira de Infraestruturas Ethel Vázquez manejaba en diciembre pasado. No obstante, el calendario que se planteaba entonces ya quedó desfasado hace tiempo debido a las largas negociaciones con Fomento, que debe autorizar la obra al afectar a un vial de su titularidad.

De hecho, la Xunta tiene que reajustar su trazado a las exigencias del ministerio, que exigió modificar parcialmente su diseño inicial con el fin de mejorar la conexión con la N-550 entre Alba y Cerponzóns. Esta variante, además de evitar el paso bajo el Eje Atlántico donde suelen atascarse los camiones, permitirá, "humanizar" la actual PO-225.

Otros tramos conflictivos son el cruce de la ruta en este mismo lugar con la carretera nacional N-550 (Pontevedra-Santiago) y las intersecciones con la carretera nacional en Caldas, haciendo especial hincapié en el cruce de Carracedo.