Que el perro es el mejor amigo del hombre, o de la mujer, aunque la frase hecha no la incluya, es un hecho más que conocido. Por ello, decenas de pontevedreses quisieron hoy prolongar la vida y bienestar de sus animales en la tradicional bendición en el día de San Antonio Abad.

Los soportales de la iglesia de San José de Campolongo se llenaron, en horario de mañana y tarde, para acoger el acto religioso, uno de los más singulares del catolicismo. El sacerdote procedió a leer unas líneas de las sagradas escrituras relacionadas con la efemérides y después a salpicar con agua bendita a los animales, que sus dueños llevaron con ilusión.

En esta ocasión, la mayoría fueron perros, salvo alguna excepción como un conejo. Pese a que es un acto en el que las creencias religiosas tienen un gran peso, muchos de los vecinos de la ciudad que acudieron reconocen que participan por la anécdota y por amor a sus animales, porque, al fin y al cabo, "mal no les va a hacer".

Mercedes Sarmiento se acercó hasta el templo con sus dos perras, Diana (que debe su nombre, según su dueña, a Diana Cazadora, la diosa virgen de la caza) y Dalila (cuyo compañero canino, Sansón, ya falleció).

"He venido no porque sea especialmente creyente, pero por si las dudas", dice divertida.

Reconoce que el horario de mañana no es muy adecuado para las personas que trabajan al caer el día de San Antonio Abad en laboral. "Por eso este año han recuperado la sesión de las siete de la tarde, que se había dejado de hacer en los últimos años", informa.

Quienes sí son muy creyentes son José Antonio Sartier y Olga Lucía Lux, acompañados del pequeño Antoñito llevaron a sus cuatro perros, Cuco (un cruce de collie y cazador), Luna (una fox terrier de Murcia) y los dos caniches Bing y Gilda.

"Yo soy muy creyente, ¡cómo no voy a traer a los perros!", dice Olga Lucía Lux, procedente de Colombia, que reconoce que en su país hay mucha más tradición religiosa que en España.