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Xosé Fortes: "Ahora es la última oportunidad de salvar al rural gallego"

El historiador presentará el próximo día 29 en Pontevedra su nueva obra, "Cotobade: claves dunha historia rural"

El historiador, profesor y ex militar Xosé Fortes Bouzán. // Gustavo Santos

El rural gallego agoniza entre el abandono y la visita bucólica de los urbanitas domingueros. Reivindicarlo y, especialmente, exigir a las administraciones un programa real que garantice su supervivencia es el objetivo de "Cotobade: claves dunha historia rural", la nueva obra del historiador Xosé Fortes, que se presentará el próximo día 29 a las 20 horas en el Casino Mercantil.

- ¿Es el libro una adaptación de su anterior trabajo, "Terra de Cotobade"?

-"Terra de Cotobade" era una especie de enciclopedia, porque había que contarlo todo, lo importante y también lo que era menos, porque la gente tenía que salir, los emigrantes, a dónde fueron etc. Pero el pasado año me invitaron a dar una charla sobre la historia de Cotobade y en esa conferencia eché una mirada desde la altura, la altura que da la documentación porque sin ella no tienes altura para ver, y desde esa posición planteé una evolución de la vida rural, destacando los puntos más importantes.

- Sobre todo, alerta de que el rural desaparece

-Es el principal mensaje, porque Cotobade como todo el rural se está convirtiendo en paisaje y este libro pretende no solo servirle a los jóvenes de allí, ya que este libro también lo escribí pensando en los alumnos del instituto y del colegio de Cotobade, sino para que los adultos tomen conciencia del rural que perdemos. Y finalmente pretendo que sea, y solo apunto porque no soy político, una llamada de atención a la Xunta, a los poderes públicos, para que pongan en su lugar, que es el número 1, el problema del rural, que está muriendo.

- Nos enfrentamos literalmente a la muerte biológica

-Exacto, pero una muerte biológica consentida, porque hay que pensar que posiblemente Mariano Rajoy por su piso de Sanxenxo pague el mismo IBI que el de un campesino de Loureiro; porque el rural para un IBI muy alto, porque las tabernas del rural, que hacen una función de centros sociales y deberían ser apoyadas por los poderes públicos, están pagando igual que un bar de Sanxenxo. Hay que tomar alguna medida para resolver todo esto, pero la realidad es que esas medidas no se toman y toda esa gente ¿qué va a hacer? Pues acaba renunciando a su vieja casa, por unas paredes viejas te cobran 400 euros de IBI, una cosa asombrosa, ¿cómo es posible que se permita?

- También insiste en que el rural nunca volverá a ser lo que fue

-Nunca, por eso hay que buscar fórmulas imaginativas, yo lo que pretendo es que algo quede en el rural, que tengamos una herencia, no quiero morir sin hijos rurales, sin dejar un mundo rural vivo, así que el libro pretende ser una llamada de atención: el mundo rural se deshace, se está convirtiendo solo en paisaje porque ya no hay gente, y tenemos que buscar fórmulas imaginativas para que la actividad agraria, ganadera o la artesanal, con la ayudas públicas que sean precisas, puedan desarrollarse.

- ¿Cuándo arrancó este desastre?

-Empezó todo con la plantación de pinos y eucaliptos, esa política forestal que obligó a vender el ganado, las ovejas y las cabras y que fue en mi opinión el ataque más directo, tanto al monte comunal como a la vida rural en general. Hay que estudiar todo eso y que la Xunta de Galicia o quien sea, también los propios alcaldes, pongan en valor todo esto y digan "tenemos que apoyar todas las iniciativas. ¿Qué es esto de poner pegas? Nada de eso sino al contrario, todas las facilidades.

- La sospecha ahora es que tras estos anuncios de que la mayor parte del monte está abandonado hay un intento por parte de la administración de apropiarse de las tierras para finalmente ponerlas a disposición de las compañías pasteras portuguesas, de Ence etc

-Está claro, eso está claro, yo es que he vivido eso porque en mi casa teníamos ganado, mi abuelo tenía casi 80 cabezas, y de repente llegaron los pinos y lo prohibieron, tuvo que vender el ganado en un día, todo. Y después las vacas reducirlas a las que podían pastar en las fincas, porque si iban al monte aquellos capataces forestales ponían multas como locos. Y, claro, si les quitas lo comunal todo acaba ardiendo porque si no hay ganado ni se cuida todo eso ahora arde. Hay que revisar esa política y no veo que la política gallega sitúe el rural como prioridad número 1 y yo pretendo precisamente que pase a ser ese primer capítulo: en Galicia tenemos la mitad de la población en el mundo rural y no podemos dejarlo morir, tenemos que hacerle algo. Por eso este libro que tiene la documentación y experiencia del otro permite echar esa mirada pero sin ese carácter enciclopédico de "Terra de Cotobade", una obra muy larga, de casi 500 páginas, mientras que este librito se lee en poco tiempo y la gente podrá tener una idea.

- ¿Está el rural gallego abandonado?

-Totalmente, la gente del rural está totalmente abandonada, van a acabar viniendo los salteadores como en otros tiempos. ¿Cómo es que no hay unas políticas públicas de enseñanza, de todo, asentadas en el rural? ¿Cómo es que no se les facilita la vida? Tengo vecinos que me cuentan que han tenido que dejar de plantar maíz, que no les costaba nada e incluso les daba dinero, que ganaban al final del año más de lo que sacan como albañil, pero que no pueden hacerlo.

- Apunta a que también es un problema psicológico

-Lo es, es también un problema psicológico, esto ya lo planteaba Sergio del Molino en "La España vacía", cuenta que hay esa idea de que el rural está muerto y por lo tanto hay que huir de ahí, porque es un cementerio. Tenemos que revertir esa idea pero sobre todo las políticas que llevan a eso porque, claro, si se pierde la masa crítica de población rural será muy difícil recuperarla ¿cómo la recuperas después? Ahora es la última oportunidad de salvar el rural gallego, aún quedan algunos vecinos viviendo con ganado y con algo de agricultura. Me llama la atención: veo las políticas de la Xunta y jamás veo que el rural sea señalado como la prioridad número 1 y eso es un desastre, supone que estamos perdiendo nuestro territorio, nos alimentó a todos, porque todos fuimos alimentados con el maíz y el centeno de esas fincas, y su padre y yo estudiamos con el excedente del maíz y del centeno, con la agricultura. No podemos perderlo y hago esfuerzos para hacer ver que el rural afrontó muchas vicisitudes y dificultades y siempre salió adelante; ahora tenemos que concienciarnos, llamar a la puerta de los poderes públicos y decirles que alguien tiene que proponer un programa, comunalmente, una especie de cooperativa rural que obligue a los poderes públicos a actuar.

- ¿Cómo es que en Francia o en Suiza la agricultura si es rentable y a aquí no?

-Es lo que hay que preguntarse, y recordar que nosotros hemos salido de eso, que no somos nada sin el rural, que las ciudades se hicieron porque había el campo y unas vacas que daban leche, porque si no no habría Santiago ni Vigo ni nada. Claro que las ciudades modernizaron y todo eso pero el rural fue el pecho nutriz y tenemos que ser capaces de protegerlo. Hoy en día es un desastre, está todo abandonado, no hay matanza ni nada.

- Otra pérdida es la soberanía alimentaria: ¿cómo es posible que no pueda vender a mi vecino los huevos de mis gallinas?

-Es terrible, todo eso habría que echarlo atrás, que arreglarlo, todas las trabas administrativas para cualquier cosa e iniciativas hay que eliminarlas. Si tu tienes en tu casa un galpón para arreglar unos mueblitos no te pueden cobrar como un señor que tiene un taller en la ciudad y trabaja en serie, pues no, esto es un carpintero rural que hace una mesa para un vecino de vez en cuando, cuando aparece; y con este libro quiero llamar la atención de la Xunta sobre eso: salimos a lo largo de la historia de todas las dificultades reales y ésta, que no es una dificultad real ni física, no es que las vacas no den leche, que no haya carne o que no haya pasto para alimentar el ganado, sino que es un problema de cultura, un problema que lleva a perder la identidad y emigrar a la ciudad. Hay que recordar que también está ligado a la emigración en Europa, cuando llegó el dinero de Europa en vez de ir para el campo, para arreglar la casa, comprar fincas o un tractor, se destinó a comprar un piso a la ciudad, huyendo del campo, y del campo no hay que huir porque es un sitio en muchos sentidos mejor que la ciudad, con una mejor calidad de vida y a solo unos minutos de la ciudad si uno quiere ir al cine; renunciar a él es en realidad renunciar a nuestra identidad.

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