Miguel Varela nació en Venezuela pero tiene familia gallega, por eso cuando en su país de origen la situación no tenía visos de mejorar decidió venirse a Galicia en el año 2005. Su primer destino fue Ribadavia, la localidad de la que procedía su padre. De profesión técnico de sonido, estuvo trabajando con varias orquestas y grupos musicales hasta que aterrizó en Pontevedra. "Vinimos para aquí porque mi hermano estaba en la Brilat", recuerda. Se vino él con su esposa y su hijo, que por aquel entonces tenía poco más de un año.
En la Boa Vila alternó su trabajo con una orquesta con un empleo nocturno en una tienda 24 horas. Fue precisamente esta última ocupación la que le llevó a familiarizarse con el sector de los dulces, gominolas y bollería. Al final, terminó montando su propio negocio hace cinco años, "Quiero chuches", en la calle de la Oliva.
"Lo hicimos porque el tema de las chucherías no pasa nunca de moda. Al final, todos consumen, desde los niños hasta los abuelos", explica.
Obviamente, "no es un establecimiento para hacerse millonario". "Los márgenes son pequeños y las ventas también, pero te da para ir tirando y llegar a fin de mes. Lo más duro es ser autónomo, porque en eso da igual que ganes un euro o que no ganes nada, tienes que pagar tu cuota y si no lo haces te penalizan", se lamentan.
Miguel Varela no se plantea regresar a su país. "Imposible", dice rotundamente. En cualquier caso, en Venezuela ya solo le queda un primo hermano, por su parte, y sus suegros, por la de su mujer.
"Toda mi familia está ya aquí, en España", asegura.
No puede evitar mostrar su pesar por la situación de su país y por el hecho de que sus habitantes se vean obligados a emigrar. "La mayoría de los venezolanos que se van son de clase media-alta. Es gente muy preparada, pero lo difícil es encontrar trabajo. Lo que les queda es autoemplearse", considera.
A Miguel Varela le gusta Pontevedra, pero cree que sería conveniente que creciese. "Más industria significa mayores opciones", concluye.
