Las dos primeras víctimas del agresor sexual en serie, tal como lo define la Guardia Civil, tenían un nexo de unión claro. El perfil de la tercera, la septuagenaria de A Portela, es lo que más llama la atención. Es, por decirlo de alguna manera, una pieza que a priori no encaja en el puzle. Los investigadores tienen claro que el autor es el mismo, sobre todo por la manera de actuar y por la violencia con la que se empleó. Lo que causa sorpresa es que eligiese a una mujer de edad avanzada y a la que, supuestamente, solo conocía por obras de albañilería realizadas en su vivienda. Unos trabajos que por otro lado le brindaban un conocimiento exacto de la casa y de su distribución.

Las hipótesis que se manejan es que la escogiese por ser una víctima fácil o porque había adquirido más confianza después de las dos primeras agresiones. En todo caso, las fuentes consultadas indican que en este caso debido a un exceso de confianza pudo cometer algún tipo de desliz y dejar pruebas que le incriminen.