María Cotilla Vivar y Valentín Rodil, los especialistas que atienden en la Unidad Móvil de Intervención (UMI) en Duelo y Crisis, suelen hablar de singladura para referirse a la travesía que encaramos al perder algo, travesía que en realidad se inicia con un naufragio: una muerte, un divorcio, el despido de un trabajo que considerábamos la vocación de nuestra vida? Todos deberíamos saber, como Ana Karenina, que las personas felices se parecen, los infelices lo somos cada uno a nuestra manera.

O tal vez no tanto. "Nuestro trabajo consiste en atender personas que han tenido una pérdida importante en sus vidas, desde las actitudes fundamentales que te da una escucha a las destrezas que se aprenden o las respuestas adecuadas", explica el psicólogo, de modo que sí existen algunos elementos (o al menos algunos trabajos pendientes) comunes a quienes sufren por una crisis vital.

La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross determinó una serie de fases (negación, ira, negociación?) que se atraviesan en un duelo. "Cuando lo dijo se refería a la gente que moría, no a la que quedaba viva", explica el psicólogo, "lo definió en el contexto de un hospital en el que la gente se iba muriendo, ella iba acompañando esas muertes y vio como estas personas primero no creían que se iban a morir, luego se enfadaban, pero las fases del duelo no son exactamente la mismas en la persona que sabe que se va morir que en la que le sobrevive".

En donde si se asemejan es en la dificultad inicial para aceptar lo inevitable. "Esa negación existe pero en el duelo muy matizada, la negación del duelo está más disfrazada: la gente parece que lo acepta pero no es total; es como cuando dices que aceptas que tu pareja se haya ido de tu vida pero en el fondo estás esperando a que vuelva", señalan los profesionales.

El duelo es un proceso activo, en donde "la persona es la protagonista de su propia historia, es un proceso de rehacerse como persona". Para ello se han descrito unas ciertas tareas que se deben acometer a fin de restablecer el equilibrio.

Valentín Rodil explica en este punto que "de una forma muy sencilla se podría decir que hay cuatro tipos de aceptación". La primera es cognitiva, "que es que no haya negación"; la segunda es la aceptación emocional, que pasa por permitir las emociones que la pérdida nos produce; conductual, ya que la vida ha cambiado realmente y hay que adaptarse a esa nueva realidad; y la aceptación espiritual o afectiva "que es como yo me relaciono ahora con lo que he perdido: lo he perdido, se ha ido, pero se queda de alguna manera, está en mi".

Esas tareas si que parece que son necesarias en todo proceso de pérdida. Al menos, matizan los profesionales de la salud, así lo constatan las investigaciones empíricas, de modo que los psicólogos y voluntarios de la UMI en Duelo y Crisis trabajan para ir logrando esos procesos de aceptación efectiva.

Más allá de ese mapa común en el que nos reconocemos todos los humanos, cada uno de nosotros navega por el duelo como sabe y puede. "Es más bien como puede", matiza María Cotilla Vivar, "según el momento que estaba pasando, la relación que tenía con lo que ha perdido y lo que para él desde el punto de vista afectivo, también a nivel material, porque no es lo mismo quedarse sin recursos y al tiempo sin la persona querida que hacerlo en otras circunstancias".

Mujeres y hombres acuden al servicio de intervención en crisis y duelo. "En Pontevedra llevamos esta mañana un reparto al 50%; en nuestro centro de Madrid diría que hay un 60% mujeres y un 40% varones; es cierto que he atendido más mujeres que hombres pero cada vez más el porcentaje se iguala más", señala Valentín Rodil.

La UMI es un servicio complementario a los que ofrece el Centro de escucha San Camilo de Pontevedra, dependiente de la Archidiócesis de Santiago y que también se dirige a personas en duelo o que sufren cualquier clase de pérdida, caso de la que se experimenta al emigrar.

En encuentros individuales de una hora aproximadamente (puede solicitarse cita en este servicio gratuito en el 652385332) se ofrece soporte anímico y estrategias para afrontar la angustia.

No solo quienes afrontan una pérdida han de mirar un día hacia dentro. "Hemos vivido o exacerbando la emociones o negándolas", recuerda Valentín Rodil, "no sabemos realmente vivirlas, es como si nos diera miedo el mundo emocional... Nuestra cultura se ha empeñado en apagar, domesticar, negar o reprimirlo". Y en este escenario, un duelo es una buena (aunque durísima) escuela emocional a la que cada uno acude cargando su mochila de derrotas. Bienaventurados los que lloran, afirma un libro sagrado, porque recibirán consuelo.