Los mazazos, aunque pudieran ser más o menos esperados, siempre duelen? y mucho. Ayer nos despertamos con la desagradable noticia del fallecimiento de Tucho de la Torre (Antonio de la Torre Muñoz), todo un personaje del deporte y en especial del fútbol ya no nivel local sino de toda España e incluso de Sudamérica donde dejó impronta, desde muy joven de su calidad deportiva y humana.

Quien más quien menos, echaba cuenta ayer de los días que habían pasado desde que se toparon con Tucho en la calle y, como era habitual, con él charlaron de cualquier cosa del pueblo. Muchos desconocían el drama de la enfermedad que desde hace un par de años le tenía la sentencia anunciada porque había pasado por el quirófano para tratar lo ya imposible. Y, si había pasado desapercibida esta circunstancia, fue porque Tucho hizo lo posible por disimular su dolencia, seguramente para no hacer sufrir a los demás, a los muchos que le queríamos y le admirábamos desde siempre.

Con trece años, habiendo dado los primeros toques de balón en el campo de la Escuela Naval en su niñez, se fue con su familia a Venezuela donde le descubrieron como un jugador de futuro y allí aprendió la esencia de lo que fue durante el resto de su vida deportiva. Amo del centro del campo o del eje defensivo con inusual calidad y temperamento, destacó, allende los mares, en los equipos del Colonia Canaria y Banco Obrero, llegando incluso a jugar un torneo con la selección en Haití, y eso que era menor de 17 años. Volvió a España para ser fichado en la liga 57-58 por el Celta de Vigo aunque jugó cedido en el Rácing de Ferrol para formar parte de la plantilla viguesa en la temporada siguiente convertido en un líder por su carisma futbolístico.

Pusieron la vista en él equipos grandes, como el Sevilla, que se lo llevó, fichando posteriormente por Zaragoza, Deportivo, Badajoz y Cádiz, retirándose del fútbol profesional en la temporada de 1969 para recalar en Marín, su pueblo natal, donde dedicó su vida profesional a la hostelería abriendo una cafetería, la "Xeitosa", que rompía todos los moldes al uso por su modernidad y nuevo aspecto.

Retirado de los grandes coliseos, Tucho quiso ayudar al equipo de su pueblo, el Marín C.F. al que aportó durante varios años su sabiduría futbolística como jugador, ocupando incluso el banquillo como entrenador, varias temporadas. Y aún después, con la llegada del Fútbol-Sala, formó parte del inolvidable equipo "Rosant" siendo un inexpugnable defensa, creador de juego y muralla contra la que, muchos de los que hicimos nuestros pinitos en ese deporte, nos estrellábamos en la mayoría de las ocasiones.

Amante de su pueblo tuvo además la debilidad de dejarse llevar al terreno de la política formando parte de una de las primeras corporaciones municipales de la nueva democracia aunque en multitud de ocasiones se mostró incómodo porque, evidentemente, el terreno fangoso de la política, no era el mejor para su proceso vital por lo que, en cuanto pudo, dejó aquel campo para dedicarse de lleno a su labor profesional.

A Tucho de la Torre, ya jubilado por edad, le vimos cada día, verano e invierno, andar el camino de las playas, con su toalla bajo el brazo, para darse el chapuzón en las aguas de Mogor y siempre dispuesto a charlar con quien le acompañaba más o menos esporádicamente, decantando casi siempre las conversaciones hacia el fútbol, su pasión y su vida, deporte del que podía dar lecciones por cursos. Ni siquiera le arredaban las consecuencias de la operación quirúrgica a la que, terminada su etapa profesional en el deporte, le hicieron un cambio de las dos caderas en el mismo día, algo que solo pueden soportar unos pocos.

El fallecimiento de Tucho de la Torre es, como dije al principio, un mazazo enorme para quienes tuvimos la suerte de ser sus amigos, para todo Marín y, en general, para las gentes del deporte que durante muchos años le tuvieron como faro indicador de sus respectivos caminos. Y como los mazazos suelen venir juntos, también ayer nos enteramos del fallecimiento de Manolo Moure, hermano de otro icono del fútbol local, Rogelio Moure, cuya pérdida también lamentamos en este aciago día. Descansen en paz y sea con los suyos la resignación cristiana que les ayude, como a nosotros, a sobrellevar la pena.