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Emilio Aguirre Herrera: "Baja el número de creyentes; hay que esforzarse en entender la situación"

El mercedario participa en la asamblea anual de religiosos gallegos en el Mosteiro de Poio

El padre Aguirre, ayer ante la imagen de la Merced en el Mosteiro de Poio. // Gustavo Santos

La Iglesia se enfrenta a una nueva situación en la que la pérdida de fe y de sacerdotes marcan su devenir. Para hablar sobre todo ello, la asamblea anual de Confer de Galicia reúne en Poio a religiosos de toda la comunidad autónoma. "La gente tiene mucho que decir y la Iglesia está ahí para servir, para tener los ojos abiertos y ver lo que pasa", asegura el padre provincial mercedario Aguirre, que estos días se encuentra en el monasterio para asistir al encuentro.

-¿Cada cuánto tiempo se celebra esta reunión?

-Todos los años y por estas fechas. Vienen religiosos de toda Galicia y siempre se celebra aquí, en el Mosteiro de Poio.

-¿Cuál es la finalidad de este encuentro?

-Todos somos Iglesia. Tenemos que estar unidos a todos los niveles. Se habla de los retos que tiene la Iglesia de Galicia hoy, como la escasez de sacerdotes, de vocación, de párrocos, que no hay... Hay parroquias antiguas que se quedan sin párrocos. Se hacen conjuntos pastorales y un párroco o un conjunto de ellos atienden a determinadas parroquias.

-¿Es el caso gallego diferente al del resto de comunidades autónomas?

-No mucho. Son diferentes en el sentido de que cada una tiene su especificidad. En el caso de la Diócesis de Madrid, va en aumento. Sin embargo, la Diócesis de Lugo, por ejemplo, tenía mil y pico parroquias. Pontevedra capital depende de la Archidiócesis de Santiago, que era de las más grande de España.

-¿De qué manera se puede atraer a la ciudadanía a las parroquias?

-No se trata solo de eso, sino de analizar la nueva situación a la que se enfrenta la Iglesia. Antes la Iglesia lo era todo. Cualquier celebración estaba asociada a ella. Ahora no. Baja el número de creyentes, pero los que lo son, son. Es como si se convirtiera en algo exclusivo. Hay que hacer un esfuerzo grande por comprender la nueva situación. No se puede imponer porque tenga la palabra de Dios. La gente tiene mucho que decir y la Iglesia está ahí para servir, para tener los ojos abiertos y ver lo que pasa. También para afrontar nuevos retos.

-¿Entre esos retos se encuentran los grandes cambios sociales? El Papa Francisco parece que ha propiciado un acercamiento en este sentido...

-Claro. Es más pastoralista, de relación con la gente. A veces predominaba excesivamente lo intelectual, los títulos en las universidades... Un obispo tiene que tener sentido común y formación, pero que esté metido en los problemas de la gente es distinto a que esté en una oficina. El Papa actual ha tenido una frase muy bonita en la que pidió pastores con olor a oveja, que estén manchados.

-Esa no es la filosofía de algunos obispos que alguna vez generan titulares escandalosos sobre el colectivo homosexual o la mujer...

-En los titulares se tiende a destacar lo que es novedad. Pero eso no es el 95 por ciento de la norma general, de lo que pasa en la Iglesia. Son retos muy sensibles. Los obispos son el reflejo de lo que pasa en la sociedad. Esto quiere decir que hay de todo como en botica. Uno puede tener una sensibilidad especial hacia cierto tema y le duele. Nos ha pasado en todo. Recuerdo que cuando yo estaba de superior aquí en Poio tenía una cajita para sugerencias. Un día un grupo de discapacitados que visitaron el monasterio dejaron una nota en la que ponían "gracias por las escaleras que tenemos que bajar aquí". Me dolió tanto que ese mismo día ordené una rampa. Hay cosas que no te enteras que suceden hasta que pasan y te lo dicen.

-¿Cuál es su papel como padre provincial?

-Es la coordinación de la provincia como si fuera una diócesis. En vez de estar circunscrita a territorio, es universal. Yo tengo casas en Andalucía, en País Vasco, Madrid y dependen de mí. También en África, Brasil, Puerto Rico...

-¿Y físicamente? ¿Dónde está usted asentado?

-Hoy en Poio, pero mañana en el puente colgante de Bilbao (risas). Anteayer estaba en Madrid.

-¿Cuándo estuvo en Poio?

-En Poio hice el noviciado en el año 1965, con el padre Jerónimo, que tiene 91 años. Estuve hasta 1970 aquí. Estudié Filosofía e hice dos cursos de Teología. Terminé en Salamanca. Volví de superior entre los años 2000 y 2006. Después me eligieron padre provincial. Y así varias veces.

-¿Quién decide esos cambios?

-Lo decide la base. Tenemos hasta tres escrutinios de votación para elegir a nuestros superiores. De los más votados hay que elegir a tres y de ellos a uno.

-¿Cuándo tuvo clara su vocación?

-Con 12 años yo rezaba todos los días un rosario para no ser fraile. Después, y como Dios escribe recto con renglones torcidos, aquello que era para no ser, fue. Mi madre me dijo que hiciera lo que quisiera porque yo le decía que quería ser padre "como todo el mundo".

-¿Nunca se arrepintió de no haberlo hecho?

-La felicidad depende mucho de uno mismo. Hay gente que no lo es nunca, que nada le satisface.

-La orden mercedaria cumple el año que viene 800 años.

-Sí, se fundó en Barcelona en 1218. Se celebrará con diferentes actos que se cerrarán en enero de 2019. En Galicia habrá diferentes actividades. Aquí se está trabajando para ello.

-¿Cuántos mercedarios hay aquí en Poio?

-En estos momentos 9. Cuando yo estudiaba, estábamos 80 seminaristas mayores de 18 años. Aquí ya no hay estudios, sí los hay en Salamanca.

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