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Paladares que viajan sobre ruedas

El tráiler del vino se detuvo ayer en Pontevedra para promocionar el enoturismo -Los curiosos que se acercaron pudieron disfrutar de catas gratuitas dirigidas por una sumiller

Una de las asistentes a las catas de ayer degusta un vino blanco Godello. // Gustavo Santos

Los asistentes elevan las copas a petición de su sumiller de la tarde. "Antes de la exaltación de la amistad y todas esas cosas, un brindis por nuestros vinos", dice ella; pero ya alguien le responde, casi a voz en grito, que "¡el vino siempre ha unido a los pueblos!". Unión, curiosidad, interés, disfrute sensorial, un viaje en el paladar y, también, amistad era lo que se respiraba en el interior del enotruck, un tráiler que viaja por Galicia promocionando el turismo asociado a nuestros vinos y que ayer aparcó en la pontevedresa plaza de España.

Unas 90 personas tuvieron la oportunidad de disfrutar de las catas dirigida por la sumiller Mercedes González y que promociona el Clúster Turismo de Galicia. Experta catadora, Mercedes emplea sus entrenados sentidos para la cata desde hace casi 20 años. Al principio con quesos, más tarde, afinando los adjetivos para cada producto, empezó con aceites, vinos... "La técnica fundamental es parecida, después diseñas una hoja para cada uno" y te adaptas. Al fin y al cabo, lo suyo es el "análisis sensorial".

Y eso es, precisamente, lo que les propone a los asistentes. Recorrerán Galicia por cinco vinos: un Rías Baixas, un Ribeiro, un Valdeorras, un Monterrei y un Ribeira Sacra. De los aromas atlánticos a los vinos más secos, de la costa al interior, siempre siguiendo el mismo procedimiento. "Inclinen la copa". Obedientes, su grupo de alumnos observan el color del caldo.

A continuación, toca servirse del olfato. Del Ribeiro, por ejemplo, se perciben las levaduras, "notas de brioche y pan recién hecho", le trepan a Mercedes. Del Valdeorras, la fruta tropical y el césped recién cortado. Con cada frase, los participantes regresan la nariz a la copa, como si ahora ya pudieran encontrar algo que se les había pasado.

Llega el turno del trago, "quien tenga", porque los impacientes han bebido antes de tiempo y su sumiller, gesto amable, pide rellenar la copa. Repuesto el líquido, la experiencia continúa. Tres blancos y dos tintos, acompañados después por pan de Cea y una ración de queso Arzúa Ulloa.

Virginia, Paqui y Mercedes no debutan en esto de las catas. Mercedes visita de vez en cuando bodegas. "Experta no, yo solo sé si me gusta o no me gusta. A un vino le pido sabor. Que no sea muy fuerte y se pueda tomar fresquito", explica Virginia.

Un amigo conductor

Sandra, Susana, Esther y Paula, sentadas en otra mesa, se estrenan. "Yo he probado más catas de cerveza, de vino es la primera vez", señala Paula. La verdadera experta, aseguran todas las amigas descargándose de responsabilidad, es Sandra, a la que le gusta ir a catas de todo tipo "porque hacen que te salgas de lo que tomas normalmente", que pruebes cosas nuevas.

Entusiasmadas con la idea del enoturismo, se plantean repetir. Les encantaría hacer una ruta. Solo ven un problema. "¿Quién conduce?", interrogan. De modo que, antes de marcharse, lanzan una propuesta: que en la ruta enoturística se incluya conductor, un valiente un solidario, un profesional que se mantenga lejos de las catas.

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