Si hay algo que caracteriza a los amantes de los animales es que se identifican entre ellos con facilidad y que un simple gesto puede desencadenar una conversación que no termina nunca: nadie se cansa de hablar jamás de su perro o gato. Es un amor demasiado grande. Pero entre ellos destacan especialmente los más entregados, aquellos que dedican buena parte de su vida privada, y su dinero, a alimentar a los animales de la calle, los que otras personas un día cualquiera decidieron dejar a su (mala) suerte como si de un juguete inútil se tratara.

La futura ley de protección y bienestar de los animales de compañía en Galicia, un nombre "muy desafortunado" según sus detractores, ha unido desde hace semanas a miles de personas en toda la comunidad autónoma. Tanto a particulares como asociaciones protectoras. Las multas que contemplará por recoger o alimentar a animales abandonados, desde 100 a 5.000 euros, han provocado la indignación de todos aquellos que llevan a cabo esta buena acción.

Ángeles Peleteiro y Luisa Rojo son dos de ellas. Las pontevedresas dan de comer diariamente desde hace años a colonias de gatos, ahora bajo control de un programa de esterilización del Concello de Pontevedra puesto en marcha gracias a la iniciativa de la asociación de voluntarios Difusión Felina.

"Les traemos de todo: pienso, albóndigas para gatos, pescadito, fiambre...", explica Ángeles Peleteiro, que desde hace una década alimenta, junto con otra vecina de la zona monumental, a los felinos de la Praza da Pedreira.

Ayer por la tarde se encontraba acompañada por Luisa Rojo, que se ocupa de una colonia al otro lado del río, pasando el Puente de O Burgo.

Reconocen que esta labor es difícil en muchos sentidos, "ya que siempre hay vecinos malos que te insultan o te critican". "Una vez llamaron a la Policía Municipal. Vinieron los agentes y cuando vieron esto dijeron que a los gatos solo les faltaba un mantel", se ríen agradecidas.

"Hay de todo. Hay gente que te ve y te dice que estás haciendo algo muy bonito y otra que se tapa la nariz y te dice que te los lleves para casa", se lamenta Luisa Rojo.

Ambas mujeres, al igual que miles de personas que realizan esta labor altruista en Galicia, critican la futura ley impulsada por la Consellería de Medio Ambiente.

"Mal, me parece muy mal. ¿Qué quieren, dejarlos morir de hambre? Pues entonces que hagan refugios. Nosotras, y muchas más personas, iríamos de voluntarias", propone Ángeles Peleteiro.

Lo que sí tienen claro es que no van a dejar de alimentar a los gatos que ahora cuidan. "Seguiré dándoles de comer. Y si no, que me metan en la cárcel, yo no puedo pagar una multa así", dice Luisa Rojo.

Y es que como ellas apuntan: "¿Qué pasará ahora con los animales que sobreviven gracias a la ayuda humana? ¿Quién se hará cargo de ellos?".

Colonias controladas por el Concello y Difusión Felina

  • Unos adolescentes creaban hace unos años la asociación Difusión Felina en Pontevedra con el fin de ayudar a los gatos callejeros. Su trabajo propició que en el municipio haya colonias controladas con la mayoría de sus ejemplares esterilizados para que no sigan creciendo en número. Son los vecinos de la ciudad los que se hacen cargo de esos animales, por ello tienen un carné acreditativo facilitado por el Concello. Ahora la pregunta es qué ocurrirá con esos grupos de gatos y si su alimentación, permitida por el gobierno local, es compatible con la ley de carácter autonómico. Solo el año pasado, Difusión Felina, que sobrevive de las aportaciones particulares y con la ayuda de sus voluntarios y casas de acogida, recogió 220 gatos en la calle. Logró dar en adopción ese mismo año 143 y devolver a 3 extraviados. Desgraciadamente, 32 mininos fallecieron. En ese cómputo hay que contar 4 que fueron devueltos a colonias esterilizados. Los gatos abandonados son mucho más difíciles de contabilizar que los perros, para quienes sí hay refugios, que cuentan con ayudas municipales, como el de Os Palleiros, en Campañó.