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Manuel Moldes: "En este país parece que conocer no sirve, es la cultura del pelotazo cuando no del mangante"

El Museo dedica la exposición "Pontevedra Suite 1983-1987" a una etapa trascendental en la producción de Manuel Moldes: "Son cuadros de hace 35 o 40 años y mantienen su fuerza, ese punto de energía con el que fueron pintados"

La pintura de Manuel Moldes es protagonista este verano en el Museo, que dedica la exposición Pontevedra suite 1983-1987 a un periodo trascendental en la obra de ese creador. La muestra lleva el nombre de su ciudad: "creo que sí (sonríe), que soy de Pontevedra; últimamente una cosa en la que pienso es en que a mí nadie me preguntó si quería nacer y dónde quería hacerlo: y entonces parece que sí, que me tocó esta ciudad, pienso que tuve suerte".

- ¿Cómo fue su infancia?

-Nací en el mismo solar en el que estoy viviendo, en la casa de mis abuelos en Benito Corbal, frente a la gasolinera de Costa Giráldez, en el primero vivían mis abuelos, en el segundo unos tíos, en el tercero nosotros, y andabas de arriba para abajo por toda la casa. Mi abuelo tenía un taller donde hacían coladores, coladores Teucro, fueron los primeros que metieron en los coladores de café y de la leche el plástico inyectado, todo se hacía en casa.

- Por aquel entonces la hoy comercial Benito Corbal era el rural...

-Era un monte, yo me iba por San Antoniño con la bici a coger moras, esa zona era tan rural como que en mi casa se criaban un par de cerdos y había matanza y todas esas cosas. Y resulta (risas) que con el paso del tiempo ahora vivo en el centro de la ciudad, es increíble, en el mismo sitio hemos pasado de criar el cerdo a ser "vecino" de Amancio Ortega (risas), increíble; en mi infancia llegabas detrás de A Peregrina, a Daniel, y a partir de ahí ya era lejísimos, tanto que en el instituto los amigos me decían que no venían a casa porque estaba muy lejos. Conseguí que viniesen con el tiempo y recuerdo mi infancia con mucho cariño, sobre todo por la relación con mi abuelo, yo estaba en su taller, manejaba martillos, iba a la huerta, había plantas, fue algo curioso.

- ¿Cómo surgió su vocación artística?

-Pues no lo sé realmente..., o si lo sé: es algo que fue andando lentamente, poco a poco, desde niño siempre tuve tendencia hacia el dibujo, era un juego para mí y mi padrino Enrique, que viajaba mucho, me traía lápices y, bueno, empecé así. Después en el instituto hubo profesores como Luis Pintos que nos llevaban a dibujar por ahí el puente del Burgo o el río, después también Ramón Peña y otros profesores íbamos al Museo, dibujábamos a carbón las estatuas del Maestro Mateo y poco a poco fue yendo la cosa. No lo había pensado hasta ahora que lo pregunta?

- Dejó la Escuela de Arquitectura por la pintura...

-Sí, cuando ya estaba estudiando en Madrid la pintura empezó a coger más fuerza, al principio se impuso la arquitectura pero después no y me dediqué a la pintura.

- ¿Resultó fácil defender la vocación?

-No, no, para nada, complicado porque eran otros tiempos, estamos hablando del año 68, que fue el momento en el que realmente sentí que la pintura era lo que me llenaba como persona, y al principio fue algo traumático porque en casa nadie esperaba que yo me dedicara a esto ni había una tradición relacionada con el mundo del arte; aunque me acuerdo de mi madre y de mi tía Chelo que hacían dibujos (risas) cuando bordaban sábanas o cosas, así que siempre hubo en mi entorno un amor por el buen hacer, el oficio y sin darme cuenta ahora lo estoy pensando: fue algo que fue creciendo y yo escuché esa voz hasta que las cosas se fueron normalizando.

- En Pontevedra todo era más complejo...

-Sí, porque era una ciudad? Y además un muchacho como yo, que era buen estudiante, de repente se dedica a pintar, cuando pintar era el refugio de los bohemios y la taberna y todo eso. Yo siempre entendí que la pintura era una manera de comprender por qué uno vive, por qué está en el mundo y una vía de conocimiento y? hasta aquí llegamos.

- Unos años después pinta las obras que son protagonistas este verano en el Museo ¿qué representan en su trabajo esos años ochenta?

-Fue una etapa muy importante, de la que estoy muy contento. Le decía que la pintura es una voz que te va llevando casi sin querer, si tu consigues escuchar te va dirigiendo un poco sobre qué es lo que tienes que pintar, y en ese momento venía de una etapa no muy conocida en la que me preocupaba un concepto pictórico más abstracto, más de pulsaciones, que se fue decantando en una figuración. Apareció un filón, imágenes, y a partir de ahí los recuerdos de infancia, es una etapa en la que tengo entre 32 y 35 o 37 años.

- ¿Qué piensa al verlos?

-Digo ¡joder! (risas) a lo mejor no lo sabía muy bien pero creo que conseguí profundizar lo suficiente en el entorno, en mi interior y al mismo tiempo por el resultado que está teniendo la exposición me doy cuenta de que las imágenes corresponden a un modo de sentir más colectivo, en ese sentido estoy muy sorprendido y muy contento.

- Son biográficamente imágenes importantes, un ejemplo es el cuadro sobre su abuelo...

-Sí, nacen de vivencias mías. En ese momento trataba a través de los análisis del interior de mi yo, de mí y mi entorno entendido como la familia, la ciudad y el lugar, porque me gusta hablar del lugar, trataba con todo ello de conseguir imágenes que al mismo tiempo trascienden su espacio.

- ¿Hace falta que pasen tres décadas para ver la obra?

-Yo estoy gratamente sorprendido, incluso en una situación de (sonríe) estate quieto, para, analiza qué pasa, porque sin darse cuenta son cuadros de hace 35 años, casi 40, algunos hace años que no los veía y mantienen su fuerza, ese punto de energía con el que fueron pintados, y pienso que el mundo no debió cambiar tanto porque si había en ellos ese aspecto crítico que mi pintura siempre tiene lo siguen conservando. Al verlos todos juntos, cosa que no había conseguido nunca, tengo esa sensación: parece que mantienen su propia vida, que están frescos y siguen contando cosas, así que el mundo no parece haber cambiado tanto y eso que cambió.

- ¿El arte ayuda a cambiar el mundo o si acaso solo a intentar explicarlo?

-Nada, la pintura no cambia nada (risas), simplemente es una cosa inútil a la que unos cuantos dedicamos la vida y si encuentras a gente que entra en ese lenguaje disfruta tendrás momentos en los que puedes tocar su fibra sensible. La pintura es un lenguaje que entra por los ojos y tiene otros modos de acceder al interior de la persona, la literatura o la música funcionan de otra manera, hay cosas que solo se pueden contar con pintura, otras con palabras y otras con notas musicales, pero también es un modo de preguntarse y de encontrarse, de sugerir preguntas más que respuestas.

- El profesor de las jóvenes generaciones de artistas gallegos...

-La docencia es algo que siempre me gustó, estoy muy contento y me encuentro muy a gusto con las jóvenes generaciones, intento contagiarles a mis alumnos el amor por el dibujo, por el buen hacer, por preguntarse cosas, pintar es pensar, hay que formarse e interesarse por el saber, por el conocimiento, por la física, por la biología, por todo, es la base para sugerir ideas. Por lo demás veo muy bien a los jóvenes artistas, pero tenemos el problema de que Galicia es una maravilla en lo geográfico pero no tanto en su funcionamiento social, me da rabia ver el espíritu sumiso que hay en las gentes en Galicia, no todo el mundo porque también Galicia es rebelde, pero cuesta a veces entenderlo y también realizar proyectos en este país, me pregunto si quienes nos dirigen son realmente la gente más preparada.

- Pensó en trasladarse a Nueva York...

-Sí, pero surgió un trabajo en Pontevedra, una revista infantil, Vagalume, y contaron conmigo para diseñar, después mi padre se puso mal y al final (risas) sin saber por qué me asenté aquí; y no pasa nada, salvo que podría haber aparecido muerto en una calle de Nueva York con una jeringuilla enganchada o con suerte igual estaba ahora en el mundo rutilante de los millonarios del arte, pero como le decía a mi nadie me preguntó dónde quería nacer.

- Vagalume partía de la base de que los niños no son tontos, al igual que un programa televisivo de culto como La bola de cristal?

-Algo pasa, tendríamos que pensar por qué hoy no se hacen esos proyectos, tendríamos que pensar por qué fuimos más libres, salíamos de un régimen dictatorial y fue una explosión, pero posteriormente el sistema lo interiorizó y después apareció internet, un avance increíble en todo, para empezar en las relaciones en el planeta, pero todas esas tecnologías llevan consigo una gran capacidad de control y en paralelo el poder cada vez es más rancio, basta pensar los presidentes de Estados Unidos, de Rusia o China. La mayoría en este continente nos sentimos europeos y la idea de Europa y su ciudadanía es hermosa pero, claro, si Europa es solo un mercado y no una idea de ciudadanía nos pasará lo que nos pasa.

- Decía Emilio Lledó hace unos días que la base de todo el mal es la ignoracia.

-Es la base de todo lo malo, la ignorancia y dentro de ella el fanatismo, y frente a ellas solo cabe la educación, hay que pensar en Finlandia, donde todo el proceso educativo es gratuito, hablamos también de lápices y cuadernos, todo gratis, y los maestros son profesionales muy considerados. Lo que pienso es que ese grupo humano que se llaman finlandeses tienen unos valores más admirables que los nuestros, en este país parece que el estudiar y el conocer no sirve para nada, es la cultura del pelotazo cuando no del mangante. Lamentablemente asistimos todas las mañanas al leer los periódicos a otra corruptela más, y otra, y otra.

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