"Llevo cuatro años aquí y nunca había visto tanta gente", reconoce una de las vecinas de Lérez que vende recuerdos en el monasterio. A unos metros, su compañera tampoco oculta su sorpresa: todavía no es la una de la tarde y "casi se agotan" los libros de los milagros de San Benito (a la venta a 5 euros), los crucifijos, pulseras, placas para coche y alfileres (a 4) y los rosarios de cristales (a 6), todos ellos adornados con la imagen del "máis milagreiro".

Si en años anteriores mermó la afluencia, ayer el santo volvió a demostrar su gran capacidad de convocatoria y miles de romeros procedentes de distintos puntos de Galicia y del Norte de Portugal acudieron al monasterio de Lérez para renovar los rituales.

El primero de ellos, hacerse con el "aceite del santo" en la lámpara que atiende desde primera hora María, también vecina de la parroquia, que tuvo sus momentos de mayor trabajo alrededor del mediodía. Otras tradiciones incluyen pasar por debajo del altar de San Benito o pasar el pañuelo por la imagen.

También ofrendaron al santo cientos de imágenes de cera, exvotos que reproducen las partes del cuerpo que San Benito habría ayudado a curar y que se acumulaban ayer en el monasterio, litros de aceite para quemar en la "lámpara del santo", aves vivas y huevos.

En los libros de peticiones y agradecimientos dejaron entradas en las que registraron sus nombres y solicitudes de amparo para curar dolencias, pero también para proteger a la familia o ayudar a los más jóvenes en los estudios.

Los fieles llenaron la iglesia desde las 9 de la mañana y para cuando se celebró el oficio religioso solemne el templo del Divino Salvador se hizo pequeño y numerosos fieles tuvieron que seguir la misa a las puertas.

Finalizada la misa solemne, en la que el sacerdote invitó a rezar juntos en familia y a consolidar esta institución con amor, respeto y paciencia, los fieles acompañaron al santo en su desfile por las inmediaciones del templo. Un año más, la pequeña imagen del "milagreiro" salió a hombros adornada de billetes. La Banda de Música acompañó este periplo, que dio paso a una tradición no menos arraigada, la de disfrutar del vermú y un aperitivo en el atrio del monasterio, contemplando las vistas sobre el Lérez. ¿Xa comeches o pulpo? Pregunta un pontevedrés a un conocido justo antes de pedir una nueva ración.

Y es que con los ritos religiosos la gastronomía es otro de los ingredientes centrales de la romería. En las inmediaciones del templo se instalaron numerosos puestos de las tradicionales rosquilleiras, pero también de embutidos y también carpas bajo las que degustar el pulpo. Finalizada la misa solemne, prácticamente todas las mesas y bancos estaban llenos de comensales que probaron la receta tradicional.

Pero si en algún sitio tuvieron especial protagonismo las degustaciones fue en la playa fluvial. A mediodía la Concellería de Festas inició el reparto de mejillones y empanada y miles de personas hicieron cola para recoger los platos.

Finalmente, se repartieron 3 toneladas de raciones: 1.500 kilos de empanada y otros tantos de mejillones, en una mañana en la que las colas se resolvieron con agilidad.

Con todo, lo que más satisfizo a la concejala de Festas, Carme da Silva, fue el renovado auge de la tradición de los almuerzos al aire libre. "Hay mucha gente que viene con neveras y fiambreras para comer en los salones del Lérez", se felicitaba, "que era un objetivo que desde hace años queríamos conseguir, que volviese este ambiente de romería y que participen en la fiesta gentes de todas las edades".

Los gaiteiros de Lérez y las pandereteiras de Verducido corrieron a cargo de la música y pasado el mediodía estaba prácticamente llena la carpa y los puestos de pulpo, churrasco y carne ó caldeiro.

Otra tradición que se recupera está más vinculada a la parroquia de Mourente y a Monte Porreiro y se lleva a cabo en los domicilios, la de degustar sardinas en el día de San Benito. Precisamente la concejala de Festas fue una de las que se ausentó de la ribera del Lérez para acudir a la casa familiar a renovar este rito.

Así, la romería volvió a contar con sus ingredientes centrales, devoción, gastronomía, encuentro familiar y de amigos y música, pero si algunos la disfrutaron fueron los más pequeños de la casa, que desde la mañana jugaron y se bañaron en el río. San Benito, más que nunca, renovó el milagro de hacer felices a sus vecinos.