La familia que lleva "O Furancho de Pancho" explica que abrieron el establecimiento "cuando bajó el precio de la uva albariña, y nos dimos cuenta de que o vendíamos nosotros mismos el vino o acabaríamos regalando nuestro trabajo". Posteriormente, en 2012 se adaptaron a los nuevos vientos que soplaban desde Santiago y sacaron la licencia de bar.

Antonio Joven, por su parte, no quiso dar ese paso. Sus hijos tienen otras ocupaciones, y su mujer trabaja en verano, por lo que no creyó posible poner a andar un negocio abierto todo el año. Pero está cómodo con la opción que ha elegido. "El que viene aquí sabe a lo que viene, a tomar un buen vino".

Sus clientes ya llevan comida, o tienen que conformarse con las tapas que le sirve Antonio Joven. En cuanto a los caldos, hay albariño y tinto tipo Barrantes, que cosecha en ambos casos el dueño de la casa. "Se vende más el albariño, y aunque también hay algunos jóvenes que piden Barrantes, la mayoría se decantan por el albariño, y el tinto tiene un público algo mayor".

Se muestra preocupado por la existencia de "loureiros" que siguen al margen de cualquier regulación, e insta a los ayuntamientos a ser más firmes en el cumplimiento de la normativa. De este modo, cree, podrá pervivir la tradición de la "taberna rural" sin que eso dañe a la hostelería convencional.