-Es un tema decisivo: a los hombres nos enseñan a ser hombres por oposición, no siendo mujeres, desde chiquitito el niño no llora, el niño no juega con muñecas ni con cocinitas ni se viste de rosa, todo eso es ser hombre. Y, claro, cuando los niños llegan a la adolescencia se encuentran con chicas que han dejado de ser lo que eran y por tanto ellos se sienten un poco perdidos porque si ellos son lo que ellas no son y ellas han empezado a ser lo que ellos eran ¿qué son ellos ahora? Y cuando además ellas han dejado de ser lo que eran y ahora son lo que ellos eran y no pueden ser lo que ocurre es una especie de retroceso, se van hacia posiciones más machistas, más tradicionales, porque en esas posiciones no están allí las mujeres, lo que se traduce en un incremento del machismo. Hablamos de un machismo reactivo porque consideran que lo está pasando es un ataque, un desplazamiento, un cuestionamiento de los propios hombres y al mismo tiempo un machismo incrementado por esa necesidad de buscar un espacio propio donde se sientan ellos mismos. Es una combinación muy delicada, los hombres no se incorporan a ese cambio, no son conscientes de que la solución no es retroceder sino avanzar con las mujeres.