Rafael Bugallo Piñeiro, O Mulo, cumplió con lo esperado tras la sesión del martes y confesó ante los magistrados de la Sección Segunda de la Audiencia de Pontevedra que él planificó, por encargo de otro conocido narco arousano en nombre de un grupo colombiano, el desembarco en las Rías Baixas en agosto de 2008 de un total de 3,6 toneladas de cocaína. O Mulo negó que fuese él quien negoció directamente la compra de la cocaína con los colombianos, "nunca compré droga, ¿de dónde iba a sacar yo el dinero para pagar eso?", aseguró a preguntas del fiscal. "Nosotros solo nos dedicábamos al transporte", dijo refiriéndose al papel que jugó su grupo en toda esta operación.

Bugallo Piñeiro contestó durante casi dos horas a las preguntas del fiscal. Reconoció que el manuscrito hallado en su casa en enero de 2015 durante otra operación antidroga, y en el que relata con pelos y señales como se ejecutó esta descarga fallida de cocaína, lo escribió el de su puño y letra. Reconoció su autenticidad así como la veracidad del relato que hace en dicho documento.

Venganza contra Orbáiz

Al igual que en esta carga, durante el juicio celebrado ayer señaló a otro conocido narco arousano, José Luis Orbaiz, como la persona que le hizo el encargo para transportar este alijo de 3,6 toneladas de cocaína, aunque asegura que a él siempre le dijeron "que iban a ser 2.800 kilos". Orbáiz, según O Mulo y así consta en el manuscrito, era cuando menos el enlace entre los dueños de la droga colombianos y los transportistas arousanos de Bugallo Piñeiro.Una carta que escribió con la amenaza de remitirla a la Justicia tras sentirse abandonado por Orbáiz después de mantener silencio durante el tiempo que estuvo en prisión, como luego huido en el extranjero, por otra operación anterior.

José Luis Orbáiz no está procesado ni entre los acusados por esta causa pero sí fue condenado en otro proceso vinculado a éste y que llevó a los investigadores a un alijo de cocaína oculto en el buque "Amanda" en el puerto de Marín. ¿Por qué Orbáiz no compartía ayer banquillo con el resto de los acusados a pesar de las contundentes acusaciones de O Mulo en relación a este alijo?. Las fuentes consultadas precisaron que, más allá de las acusaciones vertidas por Rafael Bugallo, no se hallaron más indicios para vincular directamente a Orbáiz con este alijo de la planeadora de A Lanzada, sin perjuicio de lo que pueda considerarse probado por la Audiencia cuando dicte sentencia por este asunto, puesto que el delito no ha prescrito.

Pero volviendo al alijo de A Lanza, en su extensa declaración O Mulo sí dio múltiples detalles de aquella frustrada operación de desembarco de droga. Un plan en el que surgieron problemas desde un principio cuando el dueño del barco que inicialmente iba a surtir de combustible a la planeadora preparada por el grupo de O Mulo se echó atrás después de haber recibido ya 60.000 euros aportados por el grupo colombiano dueño de la droga y que financiaba la operación. O Mulo reconoció algunas de las conversaciones en las que apremiaban al dueño del pesquero para que reconsiderase su postura o devolviese el dinero: "Nos estás complicando a todos no tomándolos en serio", le dijeron en referencia a que la paciencia de los colombianos se agotaba, una vez que esta persona no accedía a devolver el dinero.

En la declaración de O Mulo reconoció también la participación en la operación de transporte de la droga de buena parte del resto de acusados, pero insistió en desvincular de la misma de al menos cuatro, y de forma especial a los dos hijos de quien entonces era su compañera sentimental. Se trata de Gustavo Adolfo A. C. y de Víctor Manuel R. C. a quienes el fiscal, concretamente al primero de ellos, atribuye labores de vigilancia de los movimientos que realizaban las lanchas de Aduanas en los puertos de la provincia y también en el de Las Palmas. Ayer declararon estos dos acusados quienes negaron se desvincularon del grupo de O Mulo.

Durante la sesión de ayer tan solo dio tiempo a tomar declaración a cuatro de los trece acusados. La cuarta persona que prestó declaración fue Luis Miguel F. V., mecánico que trabajaba en la puesta a punto de la lancha rápida que tenía que acudir a alijar la droga en alta mar y quien reconoció que formaba parte de la tripulación de aquella planeadora que acabó varada, ardiendo, en A Lanzada. Este acusado reconoció que los hechos descritos en el manuscrito hallado en casa de O Mulo son ciertos en líneas generales.

Tanto en su declaración como en la de Rafael Bugallo salió a relucir como, encontrado otro buque dispuesto a jugar el papel de gasolinera flotante para la planeadora, surgieron nuevos problemas. El primero fue un fallo en las comunicaciones entre el equipo que esperaba en tierra y la tripulación de la planeadora. Esto impidió que pudieran comunicarles que iban a llegar un día tarde. Todavía ayer, O Mulo no sabía explicar qué fue lo que ocurrió: "Quizás falló la emisora, no lo sé".

Así las cosas, cuando la planeadora enfiló las costas pontevedresas para desembarcar su carga de cocaína se encontró con que no había nadie a la espera. Esto, sumado a la aparición de un avión de Aduanas que sobrevoló en dos ocasiones la planeadora (en el juicio mostraron fotos a los acusados de la embarcación que fueron tomadas desde el aire) hizo cundir el nerviosismo entre los tripulantes de la lancha que decidieron tirar por la borda a la altura de cabo Silleiro el alijo que acababan de recoger en alta mar. Así lo reconoció Luis Miguel F. V. quien negó, no obstante, que lo dejasen fondeado en un punto con la intención de poder recuperarlo más tarde. Luego, enfilaron con la planeadora hacia la playa de A Lanzada y allí le prendieron fuego evitar dejar pistas.