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Antón Seoane: "Este es el primer libro de la guerra escrito justo a su término"

"Años de guerra y revolución: 1936-1939" recoge las memorias de su tío, comandante del Ejército Republicano exiliado en Francia

Antón Seoane, sobrino de Antonio Seoane Vázquez. // Rafa Vázquez

Antón Seoane, ex Milladoiro y sobrino del comandante del Ejército Republicano Antonio Seoane Vázquez (Ferrol, 1902-Pontevedra, 1981), participó ayer en la presentación en la Casa das Campás del libro "Años de guerra y revolución: 1936-1939", escrito por su tío al comienzo de su exilio en Francia.

-¿Por qué se ha tardado 80 años en publicar este libro de memorias?

-Mi tío falleció en 1981 y nadie sabía de la existencia de esas memorias. Tenía hermanos militares que habían hecho la guerra en el bando franquista y nadie sabía nada. Un día en el año 1993, comiendo con mi tía, su mujer, me entregó el material diciéndome "porque sé que algún día harás algo con esto". Fue una especie de rito. En el año 2000 comenzaron las gestiones para publicarlo. En principio con Editorial do Castro, antes de la muerte de Díaz Pardo, pero finalmente ha sido con la editorial Bolanda. El libro fue algo clandestino desde que se escribió, en el año 1939, hasta 1993.

-¿De qué manera lo dejó escrito?

-Yo tengo el original y la copia, a carboncillo. Es un libro en formato apaisado, con capítulos, dedicatoria, prólogo, epílogo... y termina con un rotundo final: Montaubal, 8 de abril de 1940, que fue cuando él terminó de escribirlo. Este es el primer libro escrito justo al término de la guerra civil, no hay ningún otro escrito entre abril de 1939 y abril de 1940. La vocación de mi tío era dejar un libro de memorias.

-¿Cómo se estructura?

-Es una mezcla entre una lectura de estrategia política, ideológica y de estrategia puramente militar. En la primera página aclara que es comandante del Ejército de la República. Él se formó en la Academia de Toledo como militar de carrera. Hace una lectura en la que reparte críticas y también frases a políticos de muy diversa casta, pero, sobre todo, su queja central era por qué el mando de la República no dejaba a los militares profesionales dirigir la guerra. Es su leitmotiv desde el punto de vista militar e ideológico. Como a su hermano pequeño lo mató su bando, el libro es, además, una especie de exorcismo.

-Sentimientos encontrados...

-El libro puede pecar de militarista, pero el arranque es muy bueno porque de repente él se ve el 18 de julio de 1936 en Barcelona dirigiendo como capitán a las fuerzas de asalto de la República, a ver tiros por todos los dados sin saber muy bien quién es cada quien, hasta que en voz alta en el cuartel de la Barceloneta se da cuenta de que es un militar de la República que va a defender la legalidad vigente. Por el medio hay muchas dudas sobre cómo eso se lleva a cabo y de tipo personal.

-¿Fue militar por convicción?

-Los cuatro hermanos habían hecho carrera militar en Toledo. Eran militares porque les gustaba y supongo porque entonces tenía buena salida.

-Tras su exilio, no volvió a la vida militar.

-No. Él se marcha por los Pirineos a Francia en 1939. Estuvo exiliado allí años y pudo volver en el año 1948. Después no le fue respetada su carrera militar hasta que, con la democracia, se le fue reconocido su cargo como coronel.

-¿Quería reivindicarla o sentía hastío por ello?

-De alguna manera, él tiene que hacer una especie de ocultación de su identidad. Dentro del ámbito familiar, nunca se trataba el tema cuando se hacían comidas familiares. No se hacía ostentación de ello, ni gala ni comentario. El resto de los hermanos callaban su pasado y él también. Eran comidas en las que se podía atisbar el muro de metacrilato que cantaba Kiko Veneno.

-Era algo habitual en muchas familias.

-Efectivamente. Hablando con el catedrático de la USC Lourenzo Fernández Prieto, uno de los responsables de que este libro viera la luz, esto era una constante. De hecho, el libro de mi tío todavía tiene grasa porque no se sabe bien dónde estuvo guardado, porque era una especie de testigo peligroso, incluso para la familia. No fue su caso solo. Hubo muchos libros de la República que estuvieron escondidos.

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