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José Luis Pardo: "La política cultural sin política educativa no es más que espectáculo; y del barato"

"Podemos es el síntoma aquí de lo que ocurre en Francia con Marine Le Pen, en EEUU con Trump..."

El filósofo José Luis Pardo. // Gustavo Santos

¿Qué es la salud? Es la pregunta que se planteó José Luis Pardo como arranque de la Semana Galega de Filosofía, y reconoce que no lo tiene claro: "Habría que estar muy sano para poder responder a ello", explica, así que orientó su intervención a la salud social y al "malestar característico de nuestro tiempo, que es lo que perturba la salud pública".

- Parece que destruimos el estado de bienestar ¿tenemos alternativa?

-Tampoco diría que lo destruimos, es verdad que se recuerda ahora que en Europa tenemos tasas de desigualdad social parecidas a las de los años 20 del siglo pasado pero también es verdad que todavía tenemos un sistema de protección social que ya le hubiera gustado tener en el siglo pasado. Más que una destrucción, que si desde luego que la hay, está un proceso de desprestigio del estado de bienestar.

- ¿De dónde procede ese descrédito?

-De una parte de principios de siglo, quizás también desde el XX de imponer un modelo economicista en el que las instituciones públicas tenían que concebirse como negocios y que luego, tras la crisis económica, ha recibido ataques ya no solo por el flanco económico sino por el político en el sentido de que el estado de bienestar debería ser superado por otro tipo de política que de alguna manera desborda los marcos del estado de derecho.

- Ha hablado en Pontevedra de un estado del malestar ¿a quién favorece?

-Es difícil decirlo, parece que eso implicaría saber que ha sido una cosa programada y perfectamente organizada, y seguramente no ha sido tan preparado como parece, pero desde luego creo que favorece a todos los agentes que tienen poco interés en la conservación del estado social de derecho. Y también hay una cuota de responsabilidad importante en la ciudadanía, después de todo a los políticos los elegimos los ciudadanos, por eso tenemos una cuota de responsabilidad en ese estado de malestar.

- ¿Qué escenario espera para los próximos años?

-Es muy incierto, seguramente tengo muchos menos datos que profesionales de otras ramas, lo único que puedo decir sensatamente es que tenemos que aprender a estudiar este tipo de malestar, que en un sentido es muy antiguo y en otro muy nuevo, hay un tipo de sufrimiento social que no tenemos forma de medir, que no es exactamente la explotación económica, es algo más complejo, y para auscultar eso y escuchar verdaderamente lo que está pasando ahí necesitamos la filosofía, la sociología, la economía etc, colaborar desde muchas disciplinas de las llamadas ciencias sociales o humanidades para determinar este nuevo tipo de sufrimiento, cada vez más extendido.

- Es como si toda la generación de la transición se hubiese hecho vieja de repente

-Si, es así, tengo esa misma sensación, lo he comparado con algunas situaciones cinematográficas, esas películas en las que el personaje envejece rápidamente y hasta casi se disuelve. Y si, independientemente de que muchos personajes de la transición puedan tener biografías poco ejemplares, de que en la propia transición hubiera arreglos y componendas difíciles de entender hoy, de verdad que la transición fue una cosa muy frágil y estaba todos los días en peligro, pero independientemente de eso obedecía al intento de dotar al estado español, de incluirlo en el mismo acuerdo de paz social que se había generalizado en Europa occidental después de la II Guerra Mundial, que es lo que llamamos estado del bienestar. España se incorporó muy tarde a ese estado del bienestar por la larga duración de la dictadura pero en el fondo era eso, inevitablemente ese desprestigio de la transición, en la cual también todos hemos tenido cuota de responsabilidad y también la hemos mitificado seguramente mucho más de lo debido, es en el fondo también un desprestigio del estado de bienestar y una especie de ilusión de que se puede superar o ir más allá de sus límites.

- ¿Podemos es un proyecto vetusto disfrazado de novedad?

-Uno de los problemas que hay con Podemos es que son muchas cosas, es un cuerpo con muchas almas y es muy difícil realmente definirlo, desde luego Podemos es el síntoma que tenemos aquí en España de ese fenómeno que está ocurriendo en Francia con Marine Le Pen, en Estados Unidos con Trump, en Grecia con Tsipras, de una especie de recurso a una fuerza política que pretende ser más que una fuerza política, más auténtica que las demás fuerzas políticas, algo más que un partido político y por lo tanto una vez más desbordar el marco del estado de derecho y de la ley en base a una supuesta conexión directa con el pueblo que las demás fuerzas políticas no tendrían.

- ¿Qué es el totalitarismo líquido?

-Le llamo así sobre todo pensando en el libro de Laclau sobre la razón populista donde él define los rasgos de los populismos, del caudillismo latinoamericano, algún amigo que tengo en Estados Unidos me decía "por fin tenemos nuestro caudillo latinoamericano en Estados Unidos". Bueno, ese tipo de rasgos heredan muchos mecanismos del totalitarismo, de la concepción de la política como un conflicto entre amigos y amigos, como una destrucción de los consensos y los acuerdos sociales de base y le llamo líquido porque no pretende cambiar de régimen violentamente como otros movimientos del siglo pasado pero de alguna manera ocupa las instituciones con intención en el fondo de minarlas desde dentro.

- Personalmente me declaro harta de la emocionalidad en el debate público ¿cuánto hace que no escucha un argumento?

-¡Huy! Muchísimo, en realidad en España se puede observar eso muy bien. Hay algunas personas que se felicitan, "por fin tenemos programas de debate político en prime time en la televisión"; pero no es verdad, lo que hemos hecho es transformar el debate político en esa emocionalidad, en un programa como los del corazón, se ha generalizado ese modelo de tertulia de insultar al otro y gritar más y sobre todo afirmar la propia identidad más que un proyecto político y dejando los argumentos fuera. Esa emocionalidad estaba en la política española desde hace mucho tiempo pero ahora ha ocupado el centro del debate.

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