Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El meollo

¿Y por qué no Rueda?

¿Y por qué no Rueda?

¿Y por qué no Rueda? ¿Hay algún impedimento de peso que invalide su nombre para encabezar la candidatura pontevedresa del PP en las elecciones municipales de 2019? ¿Acaso Rueda no personifica, hoy por hoy, la mejor opción, con permiso de Ana Pastor, si de verdad se trata de encarar con éxito el desalojo de Lores y recuperar para el PP una alcaldía perdida justamente veinte años atrás por sus propios deméritos?.

La política gallega no está sobrada de ejemplos que avalen este atrevido planteamiento. O sea, casos de políticos de alta estima que asuman de forma complaciente, no digo ya entusiasta, un supuesto paso atrás o descenso de rango en su estatus partidista. No obstante, ahí al lado está, sin ir más lejos, Abel Caballero disfrutando como un enano al frente del Ayuntamiento de Vigo, treinta años después de haber ocupado nada menos que el ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones.

La política nacional está bastante nutrida de casos que si justifican la hipótesis planteada sobre Rueda y su candidatura a la alcaldía de Pontevedra. Algunos ministros relevantes han descendido al ámbito autonómico e incluso local. Juan Alberto Belloch representa el ejemplo más paradigmático, tras convertirse en alcalde de Zaragoza sin sufrir ningún ataque de locura, después de ejercer como viceministro de Interior y Justicia (caso único en la historia reciente) y aspirar a la sucesión de Felipe González como presidente del Gobierno. Ese cambio produciría vértigo a cualquiera.

Al frente de la lista electoral del PP para los comicios municipales de 2019, Alfonso Rueda Valenzuela podría tener además una doble opción: no solo aspirar a la alcaldía de Pontevedra, sino también a la presidencia de la Diputación, una reconquista señalada el otro día por el mismo Feijóo. Nada prohibe esa jugada, como máximo responsable del partido en esta provincia.

Toda esta argumentación tiene, sin embargo, un factor de desestabilización que no debe pasarse por alto: la aspiración de Rueda, tan legítima como inconfesable, de suceder a Feijóo al frente de la Xunta y, en consecuencia, su disgusto a tirar por la borda esa posibilidad natural como vicepresidente único. Ahí está precisamente el meollo de la cuestión.

Compartir el artículo

stats