A veces, en un trabajo en el que salvar vidas es el pan de cada día hay que hacer una auténtica heroicidad para obtener difusión y ser reconocido por buena parte de la sociedad. Eso es lo que le ha sucedido a Pablo Camino, un cuntiense de 27 años que ayer logró ser protagonista a nivel nacional. Porque lo que él vivió el pasado martes, cuando ejerció de rescatador de los ocho tripulantes de un pesquero que ardía en la costa de Cedeira, fue visto por millones de personas gracias a la minicámara que llevaba insertada en el casco.

Esa difusión hizo que los reconocimientos llegasen. "Obviamente nunca había llevado un rescate que fuese tan mediático", explica un Pablo que mantiene un tono tranquilo cuando cuenta la historia. Para él es una más, con el condicionante de que esta vez, tuvo que cargar, uno por uno, con los ocho tripulantes que navegaban a la deriva en la balsa auxiliar que usaron para escapar de su barco en llamas.

"Es cierto que el martes, a partir del tercer marinero, ya me encontraba muy cansado. Los tripulantes estaban asustados y sin salvavidas y cuando les pedías que se tirasen al mar, lo hacían, pero se te agarraban para no ahogarse", expone Camino. "Eso hacía que me hundiese yo, que tragase agua y que me costase unos segundos subir a la superficie", lo que le provocó un mayor cansancio.

Sin embargo, Camino señala que siempre se tuvo la situación "bajo control". "Sabíamos que teníamos tiempo, que ellos estaban relativamente seguros en la balsa y que había otras unidades apoyando a nuestro helicóptero", recalca el cuntiense.

Pablo Camino reconoce que este rescate llegó "por casualidad". "Estábamos haciendo un ejercicio de entrenamiento en la zona. Nosotros cubrimos la zona de Cee, pero escuchamos la radio y nos avisaron porque sabían que estábamos cerca. Tardamos algo más de 15 minutos en recorrer las 30 millas porque había 40 nudos de viento que nos daba de cara. Luego precisamente ese viento nos permitió ahorrar combustible mientras estábamos ejecutando la maniobra. Lo hicimos en 20 minutos", narra.

Finalmente, el rescate salió bien y el equipo que conforman Pablo Camino y otras cuatro personas resultaron satisfechas del reto. Aunque claro está, siempre hay tristeza: "El patrón estaba muy entero y fue el último en abandonar la balsa. Pero cuando llegó al helicóptero se desmayó. Había perdido su modo de vida. Da pena y le tratas de animar recordándole que no hay daños personales, pero entiendes que esté así".

Pablo acumula cinco años como rescatador de Salvamento Marítimo, un cuerpo al que accedió tras pasar las pruebas de acceso. Lleva toda la vida practicando salvamento y eso le ayudó.

Además, el pasado verano, se embarcó en una acción de una ONG que solicitaba voluntarios de su perfil para rescatar a refugiados en las costas de la isla de Lesbos, en el Mar Egeo. Allí acudió gastando 15 días de sus vacaciones para "ayudar" en una situación "dramática" en la que "acabas llorando por todo lo que ves". Aunque gracias a personas como él, las vidas perdidas en el mar son menos.