Multitudinario tanto por el abultado número de participantes como por las miles de familias y grupos de amigos que lo presenciaron en las calles, el desfile del Carnaval es cada vez más un espectáculo lúdico y estético. A cambio, el humor pierde año a año terreno y la crítica local estuvo prácticamente ausente.

Entre las escasas excepciones, la Asociación Recreativa de Xeve y su "Ampliación do gran Montecelo, a bo ritmo", que convocó a obreros, grúas, taladros y carretilleros para construir el nuevo hospital de Pontevedra. La jefa de obra, un bebé que desfiló en su carrito.

No fue la única, ya que momentos antes el público pudo ver a otros dos bebés-polluelos dentro de un nido. Ellos fueron los benjamines de la comitiva festiva, en la que de nuevo participaron bailarines, actores y músicos de todas las edades procedentes de distintos puntos de la provincia. Hasta se sumó un pequeño perro con su disfraz de fantasía acompañando a una pareja galáctica y por supuesto no podía faltar Donald Trump, protagonista de dos de las parodias.

Puntual, el rey Urco abrió el desfile, en el que se sucedieron más de medio centenar de propuestas diferentes de comparsas y grupos, que ganan terreno en detrimento de las parejas y desfiles individuales. La percusión, los silbatos que marcan el ritmo de las coreografías y los cada vez más sofisticados atrezzos definieron en adelante la extensa comitiva: tres horas después de iniciada (cuando teóricamente tendría que arrancar la fiesta de entrega de premios) todavía salía la última comparsa de José Malvar.

Ágil en un principio, la comitiva se volvió posteriormente más lenta, con blancos entre grupos que hicieron que algunos asistentes decidiesen irse. Finalmente, el espectáculo se prolongó durante más de 4 horas.

Especialmente aplaudidas, propuestas como las de Os do Pino: mangantes ordeñando al país y llevándose el dinero al ritmo del "Que viva España" de Manolo Escobar, sin que faltasen lemas como "Todo es falso salvo alguna cosa" o "Muy españoles y mucho españoles".

Os das Pistas y su "crematorio móvil de barrio" con compostero también hicieron un guiño a la actualidad, al igual que Vamos a todo, que se acordó de los 50 años de la discoteca Daniel y sacó a al calle a los porteros, guardarropía, barra, vendedores de rosas y, en la pista, entregados bailarines.

El otro foco de atención fueron las sofisticadas escenografías. Es el caso de un King Kong articulado capaz de levantar a una persona o la gran caja de música que sirvió de principal escenario para la comparsa de Tomiño Ciclón, cuyas bailarinas lucieron como tocado relojes retroiluminados.

Destacaron disfraces de fantasía realizados con latas, botellas, ramas y hojas en una intensa marcha que permitió contemplar faraones, guerreros, bailarines de charlestón, transformers, dinosaurios, ratones, pokémons.... Todos ellos desfilaron en una tarde en la que el buen tiempo animó al público a salir. Pontevedra vive en la calle el Carnaval.