"Si el joven que me robó me pide comida, yo seguiré dándosela". Así contestaba sor Elvira, una hermana de la caridad que dedicó su vida principalmente a los demás, ayudar al que no tiene, a atender necesidades y a saber que sólo con trabajo y con esfuerzo, sin pereza, con la fragilidad de cuerpo y la fortaleza del alma, se puede ayudar, y ayudó, ayudó y ayudó hasta que ya no pudo más.

Su quehacer diario era interminable, dedicada en cuerpo y alma, y siempre con una fuerza del nervio del que no quiere nunca descansar.

Ahora estará ya en otra vida, en otra tierra, sin que la puedan mantener quieta pero sin que la podamos ni ver, ni ayudar, sólo rezar.

Su ejemplo de constancia, de empeño, de rutina, de querer hacer, tiene que servir para que todos hagamos esa seria reflexión de lo que debe ser la ayuda a los demás sin pedir nunca nada a cambio.

Una verdadera lección de cristiano, de ayuda humanitaria, de saber hacer siempre en estos momentos en que tantos dramas a nivel mundial nos acechan.

Creo que pocas personas han caminado tanto por las calles de Marín llevando y trayendo alimentos, haciendo visitas y cuidando y atendiendo pisos.

Su pequeñez en estatura, delgadez y recio carácter la hacían muy conocida y cercana entre aquellos a los que ayudaba, que respetaban y que seguían para que el esfuerzo, su esfuerzo fuera productivo.

El trabajo siempre dignifica y ella siempre trabajó, por lo tanto si al final la recompensa se mide en atención, entrega, la providencia a la que ella siempre se encomendaba, será sin ninguna duda recompensada.

Has siempre sor Elvira!!! A ver si por fin consigue descansar.

* Alcaldesa de Marín