"Aquí, ahora, parece una persona normal, pero en aquel momento era un demonio, como si estuviera poseído". Así relató una de las testigos de la brutal agresión que sufrió una vecina de Barro en enero de 2011, el comportamiento del acusado y presunto autor de los hechos, Venancio V. T., quien desde esta mañana está siendo juzgado en la Audiencia Provincial de Pontevedra. La mujer pronunció esta frase mirando hacia el agresor y reconociéndole, a pesar de que ahora tiene el pelo corto y entonces tenía melena. Además, este varón, vecino de Cuntis, está acusado de agredir a otras dos mujeres que intentaron auxiliar a la principal víctima a la que atacó en primer lugar y que acabó en coma, en la UCI del hospital de Vigo como consecuencia de las graves lesiones que padeció. Finalmente, también se resistió a su detención por parte de los agentes. La Fiscalía pide penas de seis años y dos meses de prisión para el acusado que, en el momento en el que se produjeron los hechos, se encontraba disfrutando de un permiso penitenciario, dado que estaba cumpliendo condena por un delito de lesiones y maltrato familiar y de hecho portaba una pulsera localizadora por GPS.

Durante la vista oral, el acusado se limitó a señalar que no se acordaba de nada lo sucedido aquel día, básicamente indicó que tan solo recuerda que salió de la prisión y que quedó para comer en Barro con su padre y su hermano y que en aquella comida estuvieron bebiendo vino. También dijo haber tomado un tranquilizante antes de salir de la cárcel. También aseguró, a preguntas de su abogada, que siente los hechos. También asegura que rehízo su vida tras este episodio y que ahora está trabajando y tiene una familia.

Tampoco pudo recordar apenas nada de lo sucedido la principal víctima de aquella agresión, que por entonces tenía 69 años. Segura que ni tan siquiera vio venir al agresor, solo sabe que "cuando desperté estaba en el hospital en Vigo". Dice que no discutió con nadie y que la agresión fue inopinada, sin mediar palabra, pero que no pudo ver a nadie. También añadió que "si no es por una moza que estaba allí que me quitó la sangre de la boca me moría asfixiada". La víctima también expuso las graves secuelas que le dejó aquella agresión. "Estoy siempre acostada o sentada", explica, asegura que no tiene olfato ni gusto, y que "apenas tengo ganas de comer". También relató que no sale sola de casa "porque tengo mucho miedo".

Uno de los testimonios más reveladores lo aportó una de las mujeres que acudió en ayuda de esta víctima. Relató cómo vio desde su casa como el acusado golpeó inicialmente a la víctima dándole un puñetazo y que cuando su vecina cayó "aún en el suelo le dio más patadas". Aseguró que ella y su madre salieron en ayuda de esta mujer y que se encontraron con el presunto agresor tumbado en medio del camino, "balbuceando". Luego comenzó a insultarlas y ellas escaparon hacia donde su vecina estaba tendida en el suelo, "sangraba por todas partes", dijo otra de las testigos. Varias mujeres se juntaron y utilizaron un palo para intentar ahuyentar al agresor, que estaba "loco perdido" e intentó arrebatarles el palo. "Si nos lo llega a quitar nos malla a todas", agregó otra de las presentes. También explicaron como el acusado dio un cabezazo a una de las mujeres y dio un puñetazo a otra. Y como posteriormente se resistió a su detención cuando llegaron los agentes de la Guardia Civil.

En el juicio también está presente el abogado del Estado dado que la acusación particular exige que la administración sea declarada responsable civil subsidiaria al entender que los hechos se produjeron cuando el acusado se encontraba disfrutando de un permiso penitenciario que no debió de ser concedido al contar con informe desfavorables tanto de la junta de tratamiento como de la Fiscalía.

La defensa solicita que se le aplique al acusado la eximente completa basándose, aseguró, en los informes forenses según los cuales el acusado no distinguía, por culpa de la ingesta de alcohol y su estado de excitación nerviosa, entre lo "lícito y lo ilícito" teniendo anulada su voluntad.