La Facultade de Ciencias da Educación e do Deporte de Pontevedra acogió ayer la I Xornada sobre Bullying y Acoso Escolar. Organizada por los propios alumnos del centro, contó con la participación de profesionales de la Educación, entre ellos Mari Lires, profesora en la Universidade de Vigo.

-Ha titulado su intervención "¿Qué es el bullying?" ¿Todavía es necesario aclarárselo a la sociedad?

-Definirlo como tal no, pero interesa centrar la atención en que el acoso escolar no es únicamente el estadio final, cuando se produce la violencia física, cuando se producen los suicidios, sino que hay estadios anteriores, mal considerados como violencia de baja intensidad.

-¿No existe este tipo de violencia?

-No. La cosa comienza con insultos, aislamiento, hacer el vacío... Y lo básico es que el acoso escolar se caracteriza por que esas conductas contra una persona indefensa son repetidas en el tiempo. El problema es cuando algo es repetido en el tiempo de una persona a otra o de un colectivo.

-¿En qué momento se debe encender la alarma y rechazar el argumento de que "son cosas de niños"?

-Desde el primer momento. No se pueden permitir los insultos, el vacío colectivo... Para eso tiene que haber una intervención.

-¿Es más frecuente el acoso escolar en Secundaria?

-No tiene por qué, pero lo que sí es cierto es que en la adolescencia, a medida que los jóvenes se sienten en la obligación de asumir el rol masculino y femenino respectivamente, se agudiza. Yo siempre lo digo: el maltratador no nace, se hace durante todo el proceso de socialización.

-¿Son hijos de maltratadores?

-No necesariamente. Tampoco tienen por qué pertenecer a familias en las que se dan situaciones de violencia, ni viceversa. Aunque sí puede favorecerlo.

-¿De qué modo influye el modelo de sociedad patriarcal que nos domina?

-La violencia escolar tiene una marca de género. No agreden de la misma manera los niños que las niñas. Por ejemplo, ellas agreden más verbalmente o por exclusión social de la otra persona. Tanto en nuestro estudio como en otros se concluye que ellas usan poco la violencia física directa e indirecta, eso es más común de ellos.

-¿Cuándo realizaron este estudio?

-En el curso 2008-09. Revisamos informes internacionales y los datos siguen siendo coincidentes, excepto un aspecto que nosotros no estudiamos por falta de subvención y que nos hubiera gustado: el ciberacoso. Y es curioso, porque yo hoy mismo hice una pequeña encuesta entre los estudiantes de la facultad sobre ello y este aspecto no salió a relucir como una forma de bullying. Y es muy importante porque cada vez es un fenómeno más extendido, tanto a través de redes sociales como a través de la difusión de vídeos de contenido erótico sin autorización de la víctima.

-¿Cuál es la forma más grave de acoso escolar?

-Todas son igualmente graves, porque son una especie de rueda infernal, donde unas llevan a otras. A veces, si se llega a la violencia física, ya se toca fondo. Muchas veces la víctima no denuncia por no quedar de chivata y hasta tiene la esperanza de hacerse amigo del agresor y de que la situación mejore.

-¿De qué manera puede detectar el profesorado una situación de bullying?

-Hay ocasiones en las que el acoso no tiene nada de sutil y se percibe claramente. Todo depende del modo en que el profesor trabaje en el aula. Si trabaja, por ejemplo, con dinámica de grupos, puede ver si hay algún alumno que no es admitido, si en la interacción se manifiestan insultos o vacíos... Básicamente, lo que hay es que contar con la comunidad educativa. Un profesor solo puede detectar, pero no solucionar. Es fundamental la colaboración con las familias, con el propio profesorado, del equipo directivo, del departamento de orientación... y del personal de administración y de servicios, sobre todo los conserjes, que son piezas fundamentales.

-¿Cuál es el protocolo a seguir?

-Si existe un grupo que se ocupe de esos problemas de convivencia, hay que recurrir a él en primer lugar. Si no existe, y tiene que ser una actuación individual o solo se recurre al castigo, eso va a valer poco. Es absolutamente necesario que haya un grupo en la comunidad educativa que se ocupe de esa problemática. Un profesor solo puede tener muy buena intención, pero no sabe cómo actuar y es peor el remedio que la enfermedad.

-¿En qué momento hay que recurrir a las autoridades?

-Antes de eso hay que intentar solucionar el problema en el centro, ver cuál es la base del conflicto, cuál es el conflicto y hacer algo entre iguales. Delante del director nunca van a hablar del mismo modo que entre iguales. Para que el alumnado pierda el miedo, tiene que saber que su denuncia va a ser acogida y se va a intentar arreglar. Con mandar al cuarto de los ratones al agresor solucionamos poco. Puede ser una solución puntual, pero no del problema.

-¿Qué falla para que los menores terminen usando el suicidio como vía de escape?

-Muchas veces falla que el alumnado, por las razones que sea, no lo comunica, y que el centro mira hacia otro lado.

-¿Por comodidad?

-Por comodidad, por no saber cómo actuar... es un conjunto de factores, por eso es muy importante formar y sensibilizar al profesorado. A veces soluciona más quien quiere que quien puede.

-¿Podemos concluir que la sociedad está concienciada con este tema?

-Yo pienso que no. Nos rasgamos las vestiduras ante un hecho grave, como suicidio o agresión fuerte, pero si realmente existiese esa concienciación, se realizaría la intervención desde antes, los valores serían otros. Pasa como con la violencia de género. Nos llenamos la boca hablando de la "lacra", pero antes de llegar ahí, ¿qué pasó antes?, ¿qué hizo la sociedad?, ¿qué pasa con esos modelos con tintes machistas en el cine, la televisión...?