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"Celda 211 fue lo más parecido que vi a A Parda"

Este año se cumplió el 25 aniversario del cierre de la vieja prisión de Pontevedra, una de las más conflictivas del Estado en sus últimos años al sumar al menos cuatro motines con "secuestro" de funcionarios incluidos

Vista de la antigua prisión de A Parda en Pontevedra. // RAFA HIJO

Los mismos terrenos en los que hoy se levanta el edificio judicial de A Parda albergaron, no hace mucho, una cárcel que llegó a tener uno de los índices de conflictividad más altos del Estado. Sobre todo durante sus últimos años de vida, en donde la superpoblación reclusa y un edificio obsoleto acabaron por provocar al menos cuatro motines en un intervalo de unos pocos años, el último con el secuestro de siete funcionarios de prisiones incluido el 16 de diciembre de 1990. Aquel motín, que finalizó con la Guardia Civil irrumpiendo en el penal para liberar a los funcionarios retenidos y que dejó dos reclusos heridos (uno grave, quizá fue el detonante que provocó que un año después, en 1991, se decretase el cierre de la prisión).

En el recuerdo de muchos pontevedreses permanecen todavía aquellas instalaciones. Lo que hoy es un barrio ya integrado en la trama urbana y en plena expansión era no hace tanto el extrarradio de la ciudad. Las crónicas de la época señalan que aquella penitenciaría, con capacidad para unas 100 plazas, custodiaba entre sus muros a unos 220 reclusos.

A Tomás Acuña, funcionario de prisiones que actualmente presta servicios en el centro penitenciario de A Lama, le tocó comenzar su carrera profesional en una de las cárceles más difíciles del Estado: A Parda. Entró allí en febrero de 1990 para realizar sus prácticas y vivió aquel convulso periodo final de la prisión antes de que echase el cierre. "Lo más parecido que vi a aquello desde entonces fue Celda 211", explica recordando la famosa película que le dio un Goya a Luis Tosar. "Era imposible hacer una correcta clasificación de reclusos, separar a mayores de menores, era imposible", asegura.

¿Y cuál era la explicación para aquella elevada conflictividad en A Parda? "No era solo se dio una variable -dice- se juntaron varias cosas" indica Acuña. Por un lado recuerda que se trataba de finales de los ochenta y principios de los noventa, quizá "los peores años de la droga en Pontevedra" y a ello se sumaba una prisión saturada con unas instalaciones obsoletas "que habían sido pensadas como cárcel hace más de cincuenta años antes", explica. Todo esto "formó un cóctel explosivo" que acababa estallando en muchas ocasiones en forma de motín.

Explica que la situación era insostenible tanto para los reclusos como para los funcionarios. En muchas ocasiones, el malestar o la desesperación no se canalizaba a través de la revuelta. Había presos que buscaban otras salidas. La droga y los calmantes eran solo una de ellas. "Muchos se chinaban, como decían ellos en su argot penitenciario", explica Acuña. Es decir, se hacían cortes para acabar en la enfermería. "Recuerdo una noche en la que hubo que atender a 17 reclusos que, a lo mejor, lo único que querían es que les suministrasen un tranxilium", señala este funcionario de prisiones. Otros aparecían ante los vigilantes con ojos morados, hematomas o cortes que evidenciaban haber sufrido una agresión o pelea: "Me caí por las escaleras, me golpeé con una puerta..., eran las explicaciones que te daban, lo peor de todo era ser considerado un chivato", dice.

"Se pasaba muy mal"

Para los funcionarios tampoco era una vida fácil. Más bien al contrario. "Se pasaba muy mal", explica Tomás Acuña. "La relación interno-funcionario era una relación hostil, no como ahora", relata. "Si alguien veía a un preso decir buenos días a un funcionario, como ocurre ahora cada día en A Lama, lo más normal es que apareciese después con una paliza", recuerda. "Se trabajaba en una situación de mucha tensión, entrabas a trabajar con angustia", añade. "En el tiempo que estuve yo hubo dos motines en solo año y medio, había compañeros secuestrados o que sufrían intentos de secuestro..., la sensación cuando salías y no te había pasado nada era: bueno, ha pasado un día más en el que no me han secuestrado o pinchado", relata este funcionario de prisiones.

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