Vestida con un manto blanco y adornada con flores del mismo color, la Virxe da Lanzada salió ayer en procesión arropada por decenas de fieles, que horas ante hacían cola ante la pequeña capilla para cumplir con los rituales asociados a la santa, como pasar por detrás del altar o barrer la pequeña ermita.

Se trata, recuerdan los organizadores de la fiesta, de una sencilla capilla muestra del románico tardío del siglo XII y construida sobre restos de otra más antigua, vinculada a la fortaleza del siglo X que protegía las ría de los invasores. Un año más, cientos de romeros se concentraron desde primera hora para hacer cola ante la puerta lateral, contigua al ábside de forma semicircular y con cuatro columnas adosadas. Portando ofrendas, en su gran mayoría ramos, centros de flores, y cirios, esperaron para cumplir con los retos que año a año renuevan la tradición en honor a la Virxe da Lanzada.

Al igual que en la jornada del sábado, las misas arrancaron de mañana y se prolongaron hasta las 20 horas. En este intervalo, miles de romeros pasaron ante el retablo barroco que preside el interior de la capilla, ligada desde hace siglos al rito de las nueve olas.

Cuenta la tradición que las parejas infértiles han de acudir en el final del mes de agosto a la playa de A Lanzada para recibir nueve olas del océano y garantizarse así descendencia, un rito que sigue vivo en el imaginario popular pero mucho menos en la práctica. Así, la inmensa mayoría de los fieles que ayer acudieron a las rocas de la playa lo hicieron para fotografiarse ante el magnífico paisaje que convierte en mar abierto la ría de Pontevedra.

Y es que los móviles fueron de nuevo uno de los elementos más presentes en la fiesta: para fotografiar a los romeros, a los pulpeiros, las olas, la Virgen o los danzantes que honraron a la santa con sus bailes de arcos.

Los bailarines acompañaron a la santa en su salida de la ermita y también en la procesión. Todos ellos varones, los Danzantes de Covas, en Meaño, interpretaron una danza de arcos.

Simultáneamente, se repetían las largas colas ante la capilla, que tuvieron que organizarse con un circuito de entrada y salida para facilitar el acceso de los fieles.

La mañana se completó con el oficio religioso encabezado por Carlos Álvarez, rector del Seminario Mayor Diocesano de Santiago, una misa en la que se incidió especialmente en la necesidad de que los cristianos vivan con humildad y den ejemplo de misericordia.

Tras la misa solemne, cantada por el coro parroquial, y la posterior procesión, los romeros disfrutaron de los puestos de pulpo, rosquillas, artesanía y antigüedades, mientras que los más pequeños hicieron uso de las atracciones instaladas frente la mar, en una larga tarde de encuentro familiar.