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Modesto Barcia: "En este país se legisla a salto de mata y excesivamente, y muchas leyes es mal gobierno"

"En España desde la Constitución hasta ahora se ha venido pervirtiendo el equilibrio de poderes, no quiero llamarle politización, que si lo es... Da la impresión de que los jueces muchas veces atienden a temas que no les corresponden"

Modesto Barcia: "En este país se legisla a salto de mata y excesivamente, y muchas leyes es mal gobierno"

"Soy de Pontevedra", explica Modesto Barcia, ex concejal y ex decano del Colegio de Abogados, "de una familia que no tenía una tradición ligada a la abogacía, lo que sucede es que siempre fui jurista de alguna manera". El abogado presenta su nuevo libro, "Sátira y encomio de los juristas" en donde refleja, asegura, que todo está inventado, incluso las diatribas sobre los jueces.

-¿Fue jurista ya desde la infancia?

-Si, para ponerle un ejemplo, sobre los 6 o 7 años se estudiaba con aquel maravilloso libro que creo que es el mejor del mundo, que es la Enciclopedia Álvarez, pues allí ya me aprendí la definición de Aristóteles sobre el Derecho y traía el Fuero de los Españoles, que me aprendí artículo a artículo, tanto es así que me sirvió para cuando llegué a la carrera, porque aún regía. Y luego también la Ley Orgánica del Estado, que salió cuando yo tenía alrededor de 14 años, y me la fui medio aprendiendo a medida que iba saliendo en los periódicos, así que siempre tuve una idea jurídica, de modo que siempre tuve claro que sería jurista.

-¿Ejerció nada más acabar la carrera?

-Si, tras la mili, que antes se hacía, estuve 18 meses en la Marina y después si, ya empecé a trabajar con un gran abogado pontevedrés que se murió joven, que fue Modesto Rodríguez Figueiredo, y después ya me quedé solo.

-Tras más de 40 años de ejercicio ¿qué diría que enseña la abogacía?

-Creo que más que la profesión en si enseña la vida, lo que pasa es que en la abogacía estás siempre muy en contacto con los intereses de las personas y ves las grandezas y las miserias humanas, ves clientes con una gran capacidad de generosidad, que son capaces de trascender situaciones a veces injustas y otros los ves muy mezquinos, el ser humano es como es. Y el abogado ha de ser capaz de empatizar con su cliente y al mismo tiempo distanciarse, porque el cliente no quiere que el abogado le de la razón sino que le busque soluciones. Y después está la realidad: uno piensa una cosa pero la otra parte piensa también y el juez tiene sus criterios, y a veces te falla un testigo, otra vez un documento, de modo que un pleito siempre es un azar.

-Deduzco que cree usted en la justicia

-Bueno (sonríe)? Esa afirmación-pregunta es un poco dura. Hay mucho mito en esto de la justicia también, llevan los filósofos discutiendo sobre qué es la justicia y qué es el derecho miles de años y todavía no lo han aclarado, hasta yo mismo he hecho mis pinitos en ese tema pero no me voy a poner como ejemplo, digo que es una materia controvertida. Todos tenemos una opinión sobre la justicia, normalmente para cada uno la justicia es aquello que le conviene, pero creo que hay un fondo común aunque cuando se trata de concretar ya no lo tenemos tan claro: si hay que operar a alguien y cortarle la pierna pues decimos adelante pero, claro, si eres tu el que está en el quirófano lo que quieres es a ver si te ve otro médico y encuentra otra solución. Pues no es tanto el creer en la justicia, porque todos somos falibles y humanos, tanto los abogados como los clientes y los jueces, de modo que sería pretencioso decir que esto o esto otro es la justicia, mentira, solo hay un marco de legalidad que establece reglas de juego y en él jugamos, igual que pasa en el fútbol.

-Desde fuera no resulta fácil comprender cómo es que Mario Conde debe más de 9 millones a Hacienda y otro va a la cárcel por un fraude de 80 euros

-Si, lo que ocurre desde hace tiempo es que se hace una justicia espectáculo, la justicia tiene unos componentes de orden técnico, siempre va a haber opiniones personales pero hay un marco legal razonable con los estándares actuales y es evidente que hay situaciones que tienen una respuesta jurídica más fácil y otras más liosas. De modo que si, que visto en abstracto es posible llegar a la conclusión de que a uno lo dejan ir a otro lo meten en la cárcel, pero la realidad es que tampoco se puede dejar que el raterillo pequeño, solo porque es un raterillo pequeño, pulule por las calles porque al final está perjudicando también a un montón de ciudadanos y tal vez el otro no perjudica tanto en ese sentido, y con esto no estoy defendiendo a Mario Conde, pero si que son temas muy diferentes con cuestiones técnicas también muy distintas aunque difíciles de comprender si no se está en el ajo, en la cuestión técnica.

-¿Hay que reformar la justicia?

-¿Si hay que reformar la justicia? Eso desde luego (sonríe), a ver si lo digo sin acritud: nunca habrá un modelo de justicia impoluto, el modelo de justicia hace un gran esfuerzo por modernizarse, con mil problemas y decepciones, pero es cierto que hay un elemento básico, en España desde la Constitución hasta ahora se ha venido pervirtiendo un poco el equilibrio de poderes, no quiero llamarle politización, que si lo es, pero se ha producido una confusión entre unos poderes y otros, con lo cual no se guarda el equilibrio. Me da la impresión de que los jueces muchas veces atienden a temas que no les corresponden en realidad, y podría ponerle muchos ejemplos en los que se acude a la vía penal por aspectos meramente administrativos o civiles, pero es más cómodo y bonito: detener a Mario Conde es más bonito que estar haciendo números concretitos y evitando que haga un negocio que no debería haber hecho, faltan otros mecanismos administrativos que se han rebajado.

-¿Están los jueces suficientemente preparados?

-No creo que el cuerpo de jueces, por mucho que pongan ahora fiscalías anticorrupción, juzgados especiales de no se qué, esté preparado desde el punto de vista estrictamente técnico en el ámbito, por ejemplo, de las finanzas y ese tipo de aspectos que exigen un nivel. No digo que no haya preparaciones, que evidentemente que se hacen cursos serios y demás, pero no es lo mismo que un señor que ha trabajado toda su vida en un banco y sabe de qué habla.

-¿Qué caso le ha costado más llevar?

-Llevé una vez un tema de un asesinato, yo defendía al presunto asesino y me salió bastante bien desde el punto de vista de la defensa.

-¿Le dolió tener éxito? ¿Se experimentan ese tipo de emociones contradictorias?

-Es que el caso era terrorífico verlo, solo ver las fotos de la víctima la sensación era terrible, lo que sucede es que uno tiene que aplicar las normas legales al caso concreto y hacer su trabajo. Y no es un problema de que uno crea o no que su cliente es inocente, aunque si va con esa convicción siempre vas con el espíritu mucho más tranquilo, pero tal vez te ofuscas más y no te sale tan bien, en el caso de que sea culpable se trata de que le pongan la pena que impone la ley, no una más alta, el Derecho Penal nunca puede ser una venganza sino una retribución social.

¿Se legisla mucho a salto de mata en este país?

-Yo creo que si, que en este país se legisla a salto de mata y mucho, excesivamente, y muchas leyes es mal gobierno, como decía Tácito. Comprendo que la sociedad es compleja, que hay que legislar muchas cosas, pero hay un excesivo intervencionismo, está legislado absolutamente todo, hasta prohiben fumar en unas playas, ¿pero quién se mete en esos temas?, nos contaminan coches, fábricas y ahora el legislador dice que el problema es el cigarrillo, son tonterías? No digo que no deba haber reglas generales, pero hay un intervencionismo muy amplio administrativo, legislativo, y la vida es mucho más líquida.

-El resultado es que se incumplen las normas

-Eso es, no se cumple y así no hay ningún tipo de orden, incluso es posible que se cumplan para lo que no se debe y no al contrario, de hecho es una vieja práctica española, ya en la Edad Media había un adagio que decía obedézcase pero no se cumpla (risas).

-También hay puertas giratorias en la justicia

-Si, pero estas son las verdaderas puertas giratorias, las que se suelen llamar giratorias no lo son en realidad, detrás de la expresión se esconde una falacia que hay que dejar clara, y es que no se quiere que los ciudadanos hagan política. Supongamos que tengo vocación política, pues no puedo ser diputado y después volver a un despacho que yo pudiera tener porque se ha deshecho, así que se queda en que solamente el funcionario al que le reservan su plaza y que sigue acumulando puntos puede acceder a la política, o los que están en las grandes corporaciones que les reservan su plaza. Detrás de las fuerzas giratorias hay otra parte que conviene decir. Es más, me parece muy conveniente que personas de la vida civil que han tenido éxito en la gestión puedan aportar a la vida política, eso es distinto de las colusiones y conchabamientos, que es otro tema para el que hay que establecer cautelas, por lo demás no veo que incompatibilidad puede haber con que un notario aporte su experiencia para elaborar una ley. En el caso de los jueces si que el tema es diferente, una es la desigualdad, se les reserva la plaza etc, pero hasta podría ser asumible, lo que tiene menos sentido es que alguien que se contamina entre comillas en la vida política después pueda presentarse como neutral a la hora de fallar, el ciudadano legítimamente tiene derecho a desconfiar, el juez debe ser lo más neutro posible, no digo que no tenga su opinión pero si que el que se va a la política en el caso de que pudiese volver tendría que pasar un periodo de descontaminación, de cuarentena importante.

-¿Usted estuvo en política?

-Fui concejal y diputado provincial en la primera legislatura.

-¿Por qué partido y qué balance hace de la experiencia?

Era independiente por Unidade Galega, pero en aquella época todavía no estaba muy consolidado el sistema de partidos e íbamos todos con una ingenuidad muy grande. Yo guardo un buen recuerdo, para mi fue una experiencia personal muy interesante ver la administración desde dentro, ver que una cosa es predicar desde fuera y otra dar trigo desde dentro, que las demandas de la gente siempre son más de las que uno puede satisfacer y que hay que optar por prioridades, y guardo un buen recuerdo, aunque es cierto que después no he tenido especial vocación para volver.

-Acaba de terminar su nuevo libro ¿qué aborda en este nuevo trabajo?

-Se titula "Sátira y encomio de los juristas. La justicia y sus actores ante el espejo de la crítica" y lo que revisa son las críticas, las sátiras y bromas muchas veces muy crueles (sonríe) contra los abogados, los jueces, el mundo de la justicia en general, a lo largo de la historia. Empiezo con los griegos y romanos pero ya con los sumerios y egipcios había esa sátira, y el objetivo era ver qué es lo que nos pide la sociedad a los juristas, que es que sean capaces de buscar soluciones a los conflictos.

-¿Si esas sátiras las hiciésemos hoy iríamos a juicio?

-Pues seguramente, yo me he reído escribiéndolo y aún me río porque estoy viendo algún colega mío retratado (risas) cuando Quevedo se mete con nosotros, porque el ser humano es siempre es el mismo, tiene las mismas pasiones y defectos, así que hay un capítulo sobre los juristas y las mujeres que es escacharrante (risas), hay la concepción de que el jurista tendría que ser un ángel impoluto, pero si le aparece una paisana de buen ver ya me dirá. El otro día vi una imagen de una reunión de jefes de estado: pasaba una señora de buen ver y Obama y el otro se giraban, pues con los juristas es lo mismo? Me he reído pero también he sacado conclusiones.

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