-Critica que la locura en general está muy rodeada de tópicos, uno el romanticismo
-Si, además del estigma asociado a la enfermedad mental, que pervive aunque menos que en mis tiempos, cuando tuve el brote psicótico fue en 1982 y casi no había unidades de salud mental, pero el estigma sigue. He hecho muchas presentaciones y me he dado cuenta de eso y también de los prejuicios, como que son personas violentas etc, y además hay esa visión romántica asociada, que la locura es creativa, maravillosa, y no, no tiene nada de maravilloso ni de creativo, hay que desmitificarla, cuando estás en mi caso en la fase depresiva ni creas ni haces nada, estás totalmente inutilizado para el trabajo y para la vida normal. Sobre todo en la tercera novela voy a hacer una crítica de esa dimensión bohemia y romántica de la locura, que choca al final con la realidad, esta sociedad corrupta y violenta, quiero desmitificar esa visión.
-¿No le han planteado el debate sobre la antipsiquiatría?
-Si, en las presentaciones han surgido esos temas de la antipsiquiatría y esas corrientes, incluso hay autores que dicen que la bipolaridad no es una enfermedad sino una forma de ser (sonríe), es increíble decir estas cosas, incluso te desaconsejan la medicación cuando trastornos graves como el mío, la esquizofrenia o la depresión endógena necesitan una base farmacológica, otra cosa es que se complemente con terapias psicológicas, ambientales, ocupacionales.
-¿Cómo es su tratamiento?
-Tengo que tomar de por vida un regulador del estado de ánimo, básicamente la medicación es el litio, que es la más eficaz. En el trastorno bipolar en la fase maníaca haces barbaridades y en la depresiva puedes estar meses enteros sin decir una palabra, pasas meses sin hablar, en total mutismo, no tiene nada de romántico o de creativo sino que es una enfermedad que exige eso, tratamiento.
