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Pasaporte para un futuro laboral mejor

Quince personas en riesgo de exclusión social aprueban, con ayuda de Cruz Roja, los exámenes de Competencias Clave de la Xunta

Chus Payo, la profesora del grupo, con cinco de los alumnos de este año. // Rafa Vázquez

Tienen entre 32 y 55 años, pero estos días se muestran tan ilusionados como escolares de Primaria. Son los alumnos de las clases de preparación en Cruz Roja Pontevedra para los exámenes sobre las conocidas como "Competencias Clave" de la Xunta, un requisito para los nuevos certificados de profesionalidad. Se examinaron el pasado mes de mayo y ya han recibido sus notas: todo un éxito. Es una suerte de billete para un viaje en el que el destino es un futuro mejor. En esta ocasión, no se cansan de dar las gracias a la ONG y a sus trabajadoras sociales y voluntarias.

Teresa Canosa, de 40 años; Libia Narváez, de 53; Elisabet Bouzas, de 52; Juan Carlos Muñoz, de 54, y Carla Pinto, de 45, son algunos de los 15 alumnos que este año han acudido a clases con Chus Payo. Tienen en común que su formación es muy básica, de Graduado Escolar o EGB, pero también que sus ingresos son muy limitados: todos ellos cobran una Renta de Integración Social de Galicia, Risga. Dos cualidades que, en los tiempos que corren, dificultan enormemente la búsqueda de empleo.

Juan Carlos Muñoz, el único hombre de esta muestra de alumnos, está emocionado durante toda la entrevista. Apenas es capaz de decir un par de frases sin que las lágrimas le vengan a los ojos. Sus compañeras sonríen y aclaran que va a comenzar a trabajar esta semana. La alegría no puede ser mayor para él, que llevaba cinco años en paro, un número muy alto teniendo en cuenta su edad y su experiencia, "trabajé continuamente desde 1977", que el mercado laboral parece no apreciar como debiera.

"Me asfixia estar sin trabajo", reconoce este pontevedrés, que ha sido contratado por el Concello de Pontevedra para realizar labores en servicios de obras públicas. "Solo son siete meses, pero para mí es una oportunidad única", subraya, para añadir que en todo este tiempo ha conseguido no dejar de pagar su hipoteca de 250 euros.

En su curriculum figuran trabajos como lavacoches, fontanero, sereno, feriante... "siempre enlazaba un contrato tras otro". Ahora, el haber aprobado los exámenes del nivel 2 de las Competencias Clave, salvo la Lengua Castellana, que se le ha atascado, le servirá para realizar un curso de 60 horas de la construcción para una oferta de trabajo a la que le gustaría optar en Palma de Mallorca.

El nivel 2 de las competencias también es el que han aprobado sus compañeras, a excepción de Elisabet, que también se ha sacado el 3. "Yo tengo estudios universitarios de mi país, Brasil, pero no puedo convalidarlos aquí porque es muy costoso para mí", explica. Para no estar sin trabajar, se ha dedicado a cuidar personas mayores y niños, al igual que Libia Narváez y Teresa Canosa. "Yo he hecho de todo, desde trabajos de limpieza, hasta cuidado de mayores y niños a camarera de pisos y restaurantes", asegura esta última.

El sueño de Carla Pinto, portuguesa de 45 años que lleva 27 viviendo en España, es trabajar en un hospital. "Cualquier día me veis de celadora", anuncia.

"Es bueno formarse, porque con 40 años solo tienes cabeza para problemas. Hoy en día te piden papeles de todo. Yo la experiencia ya la tenía, ahora tengo los papeles para presentar y comerme el mundo. Mis hijos me dicen que soy la leche", dice orgullosa.

Todos ellos son conscientes de que tienen que seguir formándose. "Por mi edad y mi salud, sé que no tengo una bolsa de trabajo abierta, pero me gustaría seguir dedicándome a cuidar personas que lo necesiten", asevera, por su parte, Libia Narváez.

Aunque la trabajadora social de Cruz Roja Pontevedra Teresa Souto fue quien orientó a los alumnos sobre las clases, quien las impartió fue Chus Payo. Lengua Castellana, Lengua Gallega, Matemáticas e Inglés, esta última optativa, fueron las materias cuya superación les valdrá para acceder a cursos con certificado de profesionalidad, como el de transporte sanitario, el de cuidado a personas dependientes en instituciones, instalaciones eléctricas y cocina, entre otros.

"Hacía muchos años que no estudiábamos, así que convertimos las clases en algo caótico. No respetamos ni los turnos para hablar. Como profesora, Chus ha sido lo más, y como ser humano ni te cuento. ¡Si hasta nos acompañó a Silleda el día que nos examinamos!", confiesa Carla Pinto. "Lo mismo ocurre con Teresa. Si no fuera por el cariño y el amor que le ponen no podríamos hacerlo", añade.

"Nos ayudaron mucho. Siempre estaban solícitas", dice, por su parte, Elisabet Bouzas.

La experiencia de tan aclamada profesora viene de las clases de alfabetización que daba en Monte Porreiro. "Son clases complicadas, porque los niveles de los alumnos son muy diferentes", reconoce.

"El hecho de que sean adultos es muy agradecido, porque te das cuenta que cualquier avance lo celebran. Eso con los niños no te ocurre", explica.

La profesora considera que esta experiencia ha sido una especie de lección de vida también para ella: "Te das cuenta de la suerte que has tenido por haber recibido estudios, ya que es algo que abre muchas puertas".

Pero, como buena clase, en esta también ha habido tareas para casa y días en los que el trabajo ha sido intenso, sobre todo los previos a los exámenes.

"La mayoría de los alumnos, al saber que habían aprobado, ya se han pasado por el INEM para matricularse el algún curso", concluye, satisfecha Teresa Souto.

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