Guadalupe Gómez, portavoz de SOS Panadeira, es una mujer sobradamente conocida en Sanxenxo pero anónima en Manta, ciudad en la que está viviendo las consecuencias de un devastador terremoto que, según su experiencia, no ha puesto solo a prueba los cimientos de los edificios, sino también la solidez de las instituciones españolas. Y sobre esta cuestión es sobre la que esta lalinense afincada en Sanxenxo quiere llamar la atención. "A embaixada non funciona. Deixou abandonados a todos os españois e esto non o podemos consentir", manifiesta.

En el momento de iniciarse el desastre, Guadalupe Gómez estaba acomodando cosas en el piso que acaba de alquilar y en el que todavía no se había instalado cuando comenzó a sentir el terremoto. "O edificio empezou a moverse e eu a perder o equilibrio. Situeime no quicio da porta e aguantei a tensión coas pernas, eso si, sen soltar unha bandexa que tiña nas mans non fora a ser que se me rompera, que era de plástico. O único que pensaba era que aquelo tiña que rematar, que non tiña sentido morrer así".

Y así ocurrió. El seísmo cesó y la primera reacción de Guadalupe Gómez fue coger la escoba para barrer los cascotes. "Cando me din conta do absurdo do que estaba facendo salín hacia a rúa, baixando as escaleiras despaciño, como te ensinan nos protocolos".

Guadalupe caminó calle abajo hasta la casa de unos amigos, con los que había convivido durante sus primeros días en Manta. Eleder Piñeiro, vecino de A Coruña y profesor en la Universidad de San Gregorio, y su mujer, Iria, a quien el terremoto sorprendió viajando en autobús hacia Guayaquil.

Campamento de heridos

Desde aquel momento, hace ya una semana, los destinos de Guadalupe y Eleder son coincidentes, al igual que sus testimonios. Ambos buscaron refugio inicialmente en la parte alta de la ciudad, huyendo de un hipotético tsunami, en unas canchas deportivas en las que se improvisó un campamento para heridos y supervivientes. Más tarde ambos disfrutaron de la generosidad de un amigo común, ecuatoriano, que cedió a numerosos damnificados el jardín de su casa para acampar, al aire libre y durmiendo en colchones. Roberson Torres y Patricia Paladines se convirtieron en anónimos salvadores para todos los que pernoctaron en su jardín, a la espera de volver regresar a sus hogares.

Tanto Guadalupe como Eleder se sienten afortunados, pero impotentes. Hace solo dos días aparecían todavía personas vivas debajo de los escombros. Aseguran que el olor de los cadáveres se hace insoportable y la presencia de los cuerpos en las calles empieza a ser una preocupación sanitaria para el Gobierno ecuatoriano, que se encuentra en la obligación de derribar muchos de los edificios que todavía se mantienen en pie ante el riesgo de desplome y con miles de personas en la calle que no tienen hogar.

"A inseguridade é total", afirma Guadalupe. No saben si se repetirá el seísmo y cualquier movimiento altera a la población.

La incertidumbre es extrema y el apoyo a la comunidad de españoles ninguno, según explica Guadalupe Gómez, quien padece una enfermedad crónica que necesita un tratamiento farmacéutico periódico y conservado a baja temperatura. "Eu traía de Galicia a miña medicación, pero precisaba unha nevera para conservala. Por sorte encontrei a un home inglés que sin coñecerme de nada me ofreceu gardarmo, confiando no que eu lle estaba pedindo". No encontró ese respaldo en las instituciones españolas en Ecuador, asegura.

Guadalupe Gómez echó de menos que no fuese la Embajada española quien le ofreciese esa posibilidad, o alguna otra. Sin embargo pronto comprobó que no era una cuestión individual, ya que ninguno de los más de cien españoles que se encuentran en Manta recibió llamada alguna ni atención por parte de la Embajada.

"Aquí temos amigos cubanos, colombianos, arxentinos? todos eles recibiron no seu móvil unha mensaxe das súas embaixadas poñéndose a súa disposición para o que precisaran. Nos ainda estamos esperando. De momento, nada de nada", explica Guadalupe, que a través de su perfil de Facebook no ha dejado de llamar la atención sobre la situación de Ecuador y las necesidades tanto de la población española allí como de la local.

"Ni una llamada"

En este testimonio coincide también Eleder Piñeiro, casado en el Consulado español y cuya mujer trabajó durante varios años en el Centro Español. "Ni siquiera una llamada para saber si había alguna baja entre los españoles residentes en Manta", explica Eleder.

Admiten que el de los españoles no es el colectivo de personas más perjudicado, pero también insisten en que las condiciones son dramáticas y las necesidades muchas y que es necesaria la colaboración de todas las embajadas.

Mucho calor, falta de agua, cadáveres en la calle y una alerta sanitaria llevaron a Guadalupe y Eleder a sumarse, entre otros muchos, a un convoy con destino a Guayaquil, la provincia más poblada de Ecuador, en busca de unas mejores condiciones y de la posibilidad de integrarse en los equipos de ayuda que el país necesita para reponerse de una terrible situación que todavía les mantiene impresionados.

"Queremos que os políticos españois se impliquen neste problema, que se preocupen polos españois que estamos aquí, que se interesen polo que poidamos necesitar e que non esquezan que as embaixadas e os seus soldos se sufragan con cartos de todo o pobo". Esta es la petición de Guadalupe que, a pesar de estar viviendo una situación extrema, agradece a sus compañeros en Sanxenxo de SOS Panadeira la visita que esta semana hicieron a la Subdelegación del Gobierno para solicitar el envío de ayuda; a la Diputación Provincial para llamar su atención sobre la situación que se está viviendo en todo Ecuador y pedirle además que sufraguen el envío de la ayuda humanitaria que están recogiendo.

En Sanxenxo ya está en marcha una campaña de recogida de material sanitario para enviar así como de fondos con los que contribuir a la reconstrucción de un país que está desolado. Y también tiene palabras de agradecimiento para Lidia Senra, por dar voz no solo a los problemas locales sino también a cuestiones como la que ahora está ocurriendo en Ecuador.