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Roberto Montoya: "Debemos presionar a los gobiernos para que sean coherentes con los refugiados"

El comunicador recuerda que en medio de los regímenes autoritarios están los civiles

Roberto Montoya, ayer en la Casa das Campás. // Rafa Vázquez

El periodista especializado en información internacional Roberto Montoya confiesa que admira "a los que luchan toda su vida por un mundo mejor" y que su sueño es "un mundo igualitario". Ayer estuvo en Pontevedra para ofrecer la conferencia "La Unión Europea, el yihadismo y la crisis de los refugiados", una actividad promovida por la Universidade de Vigo.

-Refugiados, yihadismo, Unión Europea... ¿el tema de actualidad o nuestra mayor vergüenza?

-No está mal definirlo como nuestra mayor vergüenza. Todos estos temas están muy interrelacionados. En general, interesadamente, se intentan tratar como cuestiones independientes, aisladas, pero la Unión Europea tiene mucho que ver con este "boomerang" que está recibiendo en forma de aluvión de refugiados. Tiene que ver con ello la relación estupenda de la UE con esos países de la primavera árabe con regímenes despóticos. Son relaciones económicas, comerciales, de seguridad, con unos regímenes que le garantizaban unas determinadas inversiones. Lo terrible es que la UE miró hacia otro lado cuando se comenzaron a dar todos los precedentes de esa primavera árabe. Eran protestas pacíficas, pero la UE contradijo sus propios principios de defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas. Y la UE tampoco es ajena totalmente al fenómeno del yihadismo. No vamos a acusarla, pero ha tolerado de buen grado a muchos países que financiaban y armaban a organizaciones yihadismo. Y le venía bien para frenar la influencia de Irán en toda una zona que abarca a Irak, Siria y otros. Ha sido un fenómeno al que la UE ha contribuido.

-Y, en medio, la población civil.

-Lo terrible de todo esto es que en medio de los regímenes autoritarios están los civiles, que se juegan la vida para atravesar el Mediterráneo y cuando llegan se encuentran a una Europa que los quiere fuera y los recibe con alambradas, gases lacrimógenos y porrazos. Ha adoptado una política que la gente que llega no quiere creer, porque tiene en su imaginario a una Europa solidaria y democrática.

-Decía el ministro griego de Protección Ciudadana que esos refugiados golpeados son los yihadistas del mañana...

-Entiendo que lo dice en sentido simbólico porque esa gente huye de los yidadistas. Ellos son las primeras víctimas. Pero es cierto que ante una Europa insolidaria que ha hace negocio con esos regímenes, porque les seguimos vendiendo armas, un sector minoritario termine por radicalizarse. Pero ese discurso sectario también gana a sus filas a europeos, combatientes que se unen a su causa desde suelo europeo. Son personas que se terminan sintiendo atraídas por un discurso extremo, brutal, con vídeos en los que se muestran decapitaciones. Si no se rectifica desde la UE la forma de abordar el problema, nos va a seguir explotando delante.

-Hablamos de una Europa insolidaria, pero no de sus ciudadanos. ¿Qué pueden hacer estos?

-Estamos muy limitados. Ya hemos visto que ha habido algún gobierno importante como Barcelona, que ha propuesto al central que estaba dispuesto a acoger a cierta cantidad de refugiados pensando que con eso ayudaba y la respuesta que recibió es que eso no es una función de las autonomías. Lo único que podemos hacer los ciudadanos, además de sumarnos a organizaciones solidarias, es movilizarnos y presionar a nuestros representantes políticos, a los gobiernos, para que estos sean coherentes con sus compromisos con los refugiados y recuerden que España ha sido un país tradicionalmente de emigrantes.

-Hace un par de semanas se realizó en Pontevedra una recogida de material para el campo de refugiados de Lesbos. ¿Por qué tenemos esa sensación contradictoria de estar ofreciendo algo similar a una limosna?

-Pues sí. Es así. Y las propias ONG, que hacen un trabajo impresionante, han hecho un comunicado en el que dicen que no se prestan a ayudar a devolver a los refugiados a Turquía, a que hagan la travesía a la inversa. Alegan que no pueden ser cómplices de ello. Es una situación límite que está dejando en evidencia la fragilidad de Europa cuando se trata de problemas humanos, de solidaridad, de asilo y, sobre todo, cuando las causas por las que se ha provocado todo este éxodo no son ajenas a la propia Europa.

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