En el monte do Castro, en pleno Castrove se erige en 2,2 hectáreas de terreno de la comunidad de montes de San Xoán el que está considerado como el mayor bosque de secuoyas de Europa. Se plantaron medio millar de ejemplares en su momento, de los cuales salieron adelante unos más de 450 tras adaptarse a la tierra ácida de Galicia y alzarse como un monumento que simboliza la unión entre América y Europa precisamente que nació con motivo del 500 aniversario del descubrimiento de Cristóbal Colón, a pesar de que actualmente es uno de los patrimonios naturales más desconocido del municipio donde se cree que nació el famoso navegante.

Fue en su primer año como presidente de la Comunidad de Montes de San Xoán, en 1992, cuando la Xunta se puso en contacto con Xosé Rodríguez Couselo para poner el germen a esta iniciativa. "Vinieron de California unos treinta estudiantes para plantarlos. Se quedaron repartidos por las casas de los vecinos mientras estuvieron aquí, pero los árboles acabaron siendo plantados por los técnicos", recuerda el comunero. Pasados 24 años de aquella fecha, Rodríguez Couselo afirma que fue necesaria un estudio del suelo y "resultó que el gallego se adapta bien a las secuoyas... y que mejor sitio que donde dicen los estudiosos que nació Cristóbal Colón para recordar el quinto centenario de su viaje. De algún modo creo que también se reconoció con esta iniciativa la teoría del origen poiense de Colón", afirma Rodríguez Couselo.

"El problema que tenemos ahora es que había que poner unos indicadores para señalar donde está el Bosque de Secuoyas. Si no se encarga el Concello, los haremos nosotros porque la gente viene a preguntar y alguna vez he tenido que acompañar a visitantes hasta arriba para indicarles dónde están. Esto no puede estar así", señala Rodríguez Couselo. Según señala el responsable, en la próxima asamblea de los comuneros se abordarán los trabajos para impulsar este bosque para atraer el turismo, lo que incluye la limpieza de la maleza a pesar de que ya de por sí se mantiene en buen aspecto en ese sentido. "Es por la sombra que dan las secuoyas, no dejan crecer la maleza", explica Rodríguez Couselo.

Los comuneros están a favor de que se abra al turismo. "En toda Europa, según dicen, no hay otra plantación así. El que llegue se encontrará con una sorpresa. Los que estamos aquí igual no le damos el mérito que parece, pero se puede disfrutar del monte, las vistas y tiene una buen acceso asfaltado. Las playas, Combarro, el Monasterio... todo en conjunto con el bosque. Es un plan muy bueno para el que venga", señala recordando que junto al bosque hay un merendero con 67 mesas de piedra.

En por ello lamenta que no dejen hacer fuego para cocinar. "Lo hemos solicitado a la consellería, porque la gente no va al monte como antes, no es lo mismo como cuando se iba a comer. Mucha gente que disfruta del monte de forma saludable, sin causar daños".

Ejemplares jóvenes

Entre risas, Rodríguez Couselo rememora la consideración que tuvieron los norteamericanos dejándoles plantar las dos primeras secuoyas del bosque, algo que continúa sembrando discrepancias entre el alcalde por entonces y el primo del comunero, Armando Couselo y el propio presidente. "El dice que fue el que plantó él, pero el que creció más fuerte fue el mío", recuerda.

Los ejemplares de Poio aún son jóvenes, según los estándares de una especie vegetal que puede vivir cientos, incluso, miles de años y puede superar el centenar de metros de altura. No en vano, se estima que el ejemplar más viejo puede tener cerca de 3.200 años de antigüedad, mientras otros muchos superan la barrera de los seis siglos.